domingo, 27 de junio de 2010

Ellos







Bueno piltrafillas, entre el puente y el fin de semana, estoy en disposición de ofreceros una sesión cinéfila bastante completita. La comienzo con Ellos, cinta francesa que se estrenó como basada en un hecho real, algo que siempre llama la atención. Ellos se incia con la típica escena de madre e hija circulando en coche por una carretera solitaria y oscura, con accidente incluído y sonidos extraños alrededor. Desapariciones, sustos, total amiguitos, que sabemos que estamos ante una peli de las de miedo. Con los títulos de crédito la historia –que transcurre en apenas una hora y cinco minutos, por lo que en cuanto a duración estamos más cerca de un telefilme que de un largometraje- se centra en una pareja idílica formada por una maestra y un novelista que viven felices en un enorme caserón enmedio de un espeso bosque en las afueras de Bucarest. Sin embargo, el matrimonio no tardará en comenzar a oír sonidos, recibir misteriosas llamadas y notar la presencia de los ellos del título, unos desconocidos que al parecer les espían e incluso se presentan en su hogar llegando a robarles el coche.




Ellos da la impresión de haberse rodado con poco presupuesto –lo que no es una crítica sino todo lo contario- pero aún sabiendo mantener la tensión durante los momentos de incertidumbre en los que los protagonistas se sienten acosados por la presencia de los desconocidos –con algunos sobresaltos remarcables-, tiene un ritmo que decae en ocasiones, lo que no ayuda a acabarse de meter en la historia. La gran culpa de todo ello es la oscuridad en la que transcurre la acción. Es decir, que a mi me gustan las películas en las que se ve lo que pasa –las sombras, la sangre, las expresiones de los actores...- y cuando se oyen ruidos, jadeos, alaridos y la pantalla está no ya oscuras sino negra, en lugar de provocarme terror lo que me ocurre es que me cabreo. Quizás por eso no considero a esta cinta una obra redonda, aunque su desenlace es de lo más angustioso que he visto últimamente y os recomiendo su visión, a poder ser de noche y en una casita aislada en la montaña o en alguna urbanización perdida entre vegetación.

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