sábado, 21 de febrero de 2009

The Wrestler




Hace un tiempo os hablé muy favorablemente de JCVD, una película protagonizada por Jean-Claude Van Damme en la que este interpretaba a un actor acabado que luchaba por mantenerse en el mundo del cine actuando por unos pocos dólares en infames films. El actor en cuestión se llamaba... Jean-Claude Van Damme. Lo que en la película se contaba era ficción, claro, pero había mucha realidad en ella. En la película que he visto –por fin- esta tarde, Mickey Rourke no se representa a él mismo... pero casi. El argumento de The Wrestler se basa en la vida de un luchador de wrestling –esa especie de lucha libre teatralizada que enloquece a los norteamericanos y a algunos de nuestros vástagos- que en la actualidad se encuentra inmerso en la ruina física y monetaria. También en esta ocasión la ficción imita a la realidad y Rourke parece desnudarse emocionalmente ante el espectador mostrándonos en lo que se ha convertido aquel tipo que encandiló a la crítica desde Rumble Fish o El corazón del Ángel y enamoró a más de una en Nueve semanas y media.
En esta ocasión quizás estemos hablando del retorno de un gran actor al estrellato o quizás se trate de algo pasajero, pero lo que no se puede negar es que Darren Aronofsky –realizador de The Wrestler- o quien haya sido el responsable del casting hicieron la elección de su vida al escoger al pobre Mickey para hacer de Randy Robinson, un tipo jodido por las lesiones –dolores de espalda, sordera, rodilla destrozada- y su adicción a los calmantes de todo tipo y a los esteroides.
Después de sufrir un infarto, decide recuperar a la hija que abandonó años atrás y consolidar la extraña relación que mantiene con una stripper - la única persona que mitiga su soledad si no contamos con los críos del campamento de caravanas en el que vive -con la que conversa a menudo y de la que está enamorado.



Y si Christian Bale dejó de comer para El Maquinista y De Niro engordó para su Toro Salvaje, lo bueno es que Mickey no ha tenido que hacer nada especial para llevar a la pantalla a Randy Robinson. Quizás haya bordado el personaje pero... ¿es eso mérito del buen actor que es, o simplemente ha tenido que recordar como ha sido su vida cada mañana los últimos años? Opino sinceramente que los premios que está recibiendo este tipo -al que no le niego credibilidad y buen trabajo- por su participación al frente de The Wrestler son algo así como un reconocimiento de los compañeros y la industria. Creo que papeles como este son pequeños caramelos que permiten a actores apartados del mainstream una oportunidad para redimirse en público y admitir ante la cámara que pese a haber tocado fondo y haberse convertido en piltrafillas, siguen ahí, preparados para patear culos de nuevo.





Con todo ello, la película –que se hace difícil de digerir a ratos debido a su ritmo pausado durante casi dos horas de metraje- es un retrato interesante a la vez que triste de lo que hay detrás de las estrellas que una vez lo tuvieron todo y con los años pasaron al olvido. Efectivamente amiguitos, hecho a medida de un Rourke - en el discurso antes del combate final no sabemos si está hablando Randy o Mickey - que parece estar viviendo una segunda juventud en su retorno a la primera fila del estrellato. Memorables sus palabras hace unos días al recoger su galardón en los premios BAFTA, cuando –entre otras cosas- dijo visiblemente contento que era un gran placer para él estar “de regreso de las tinieblas” y agradeció a Marisa Tomei, su compañera de reparto, que se estuviese quitando la ropa continuamente durante el rodaje, algo que –aseguró- le hizo disfrutar mucho.
En resumen, notable película y notable actuación de Rourke. Sin embargo piltrafillas, me ha dejado la impresión de que le faltaba algo –quizás más ritmo- para ser excelente. Ah, y os hartaréis de ver la espalda del protagonista. Aronofsky se pasa casi toda la película siguiendo –literalmente- los pasos de Randy The Ram Robinson.
Nota al margen, la música que sirve para presentar a Randy The Ram cuando sube al cuadrilátero es la del tema Metal Health de Quiet Riot, puro eighties hard rock amiguitos, al igual que el resto de la banda sonora, con melodías de Accept, Ratt, Scorpions y Cinderella. Genial el momento en el que Randy y Cassidy dicen que ya no se hace música “como en los putos 80” y alaban a Motley Crue y Def Leppard criticando a Cobain y sus Nirvana, “que llegaron y lo jodieron todo”. Sí amiguitos, ¡The Ram es un miembro de la Comunidad de los piltrafillas!

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