Amiguitos, os traigo hoy un disco que está un poco como en tierra de nadie –el eslabón (no) perdido entre el icónico Peace sells... but who’s buying? y el megapelotazo Rust in peace–, una obra de transición que poca gente acostumbra a mencionar en su lista de preferidos de esta banda y un álbum del que al parecer ni el propio Mustaine quedó contento. Nunca he entendido la razón porque (atención, spoiler) a mi me encanta. Por esa época, Megadeth era cualquier cosa menos un ejemplo de sobriedad. El alcohol y la heroína campaban por sus anchas en el seno de la banda, pero por lo menos el núcleo duro de la misma –los dos Dave, Mustaine y el bajista Ellefson– tenía algo más claras sus prioridades, lo contrario que el batería Gar Samuelson y el guitarrista Chris Poland. Se cuenta que este último incluso empeñaba material e instrumentos del grupo para pagarse la droga.
Así las cosas, Mustaine puso a ambos de patitas en la calle y substituyó a Samuelson por su técnico Chuck Behler –que tuvo en este álbum sus quince minuto de gloria para la eternidad– y a Chris Poland por un virtuoso guitarrista de Ann Arbor llamado Jeff Young que impresionó a Mustaine al aprenderse rápidamente todos los solos de Poland. De hecho, la elección inicial de Mustaine para el puesto de guitarrista fue Jay Raynolds de Malice, que habían editado su estupendo License to kill (os hablé de él aquí). Lo que ocurrió es que Reynolds contrató a Young, que tenía mejor formación musical, para que le ayudase a tocar las partes de Poland y el maestro conquistó al amo y señor de Megadeth. Luego Mustaine se arrepentiría. Young solo tocó en ese álbum y recuerdo las entrevistas en las revistas de la época, con un Mustaine cabreado con las posturitas y las ganas de protagonismo de Jeff, empeñado en que el líder de la banda era él y el resto músicos contratados para estar a su sombra. En fin, cosas de californiano y su ego.
Total, que con la heroína cabalgando junto a la banda y su amigo Cliff Burton fallecido recientemente, estos Megadeth renovados –y breves– se metieron en los Music Grinder studios para grabar un álbum algo oscuro, con Paul Lani a la producción junto a Mustaine. Además de ingeniero y productor, Lani también tenía que haber mezclado el disco pero su comportamiento excéntrico según Mustaine le exasperaba de tal manera que acabó por despedirle, contratando al mezclador estrella de la época, el alemán Michael Wagener. Con los años, Mustaine, Señor No-estoy-nunca-contento, renegaría de esa mezcla.
Con una portada ofreciendo la imagen de una obra en vídeo de David Jude y J.S. Shelley, el track list fue:
A
Into the lungs of hell
Set the world afire
Anarchy in the U.K.
Mary Jane
B
502
In my darkest hour
Liar
Hook in mouth
El álbum comienza con
Into the lungs of hell, un tema instrumental super cañero que me parece una estupenda carta de
presentación del disco y que precede a un trallazo de campeonato titulado
Set the world afire donde
Mustaine mastica y escupe sus
palabras y que al parecer deriva de los primeros riffs que compuso
tras ser echado de Metallica. Entonces llega una memorable versión del
Anarchy in the U.K. de los
Sex Pistols en la que incluso
tocó la guitarra Steve Jones y
de la que se rodó un videoclip. Finaliza la cara la estupenda
Mary Jane, un tema que muy bien podría haber grabado
King Diamond por su temática
oscura.
Otra de mis favoritas es la espídica 502, con la que se abre la cara B del disco, cañera y rápida como todo el elepé, a excepción precisamente de la siguiente canción, una In my darkest hour cargada de sentimiento que Mustaine compuso en memoria de su amigo Cliff Burton. Un gran tema sin duda. La rabia de Liar reemplaza la tristeza del tema anterior con frases como Your sister is a junkie, gets it anyway she can, Your brother's a gay singer in a stud leather band, Your girlfriend's got herpes to go with your Hep and AIDS, There ain't one person you know you ain't ripped off yet. Casi nada. Cosas de la lengua suelta de Mustaine, algo que pudimos comprobar en primera persona los que asistimos a su concierto en el RockFest de Barcelona el pasado verano al escuchar la sarta de improperios que le dedicó a un roadie de los Judas Priest que osó hacer una prueba de sonido en el escenario de al lado en plena actuación de Mustaine y compañía. Para terminar, Hook in mouth, otra rabiosa descarga, esta vez dedicada al infame PMRC de Tipper Gore.
En definitiva, un disco irregular que
Mustaine no recuerda con cariño,
a años luz de los siguientes álbumes con
Nick Menza y
Marty Friedman –la mejor época
de la banda, sin duda– pero que a mi siempre me ha gustado
mucho.
Bonus:
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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