lunes, 12 de octubre de 2020

Temple expiatori de la Sagrada Família


Piltrafillas, ya dicen que en ocasiones los turistas conocen más que uno mismo la ciudad en la que se reside. Y eso es porque acostumbramos a sentirnos más atraidos por los monumentos o lugares emblemáticos lejanos que por los que tenemos a nuestro alcance. Quizás es por eso que, a mis 53 años, no he visitado nunca La Pedrera, entré en la Casa Batlló sin haberlo hecho antes en 2016 y  entré por última vez en la Sagrada Familia en 2011. Ahora, desde el pasado mes de julio y tras la reapertura del templo, a los barceloneses se nos da la oportunidad de visitar la basílica de forma gratuita y sin aglomeraciones. Por si no lo sabéis, la basílica es –de largo– el lugar más visitado de Barcelona, pero también el más cansino. Casi 140 años llevamos ya con el edificio en construcción y las grúas y andamios formando parte del conjunto, al menos desde que tengo uso de razón. Y todo porque a Josep Maria Bocabella –un librero que visitó Roma y se sintió inspirado por la figura de San José– se le ocurrió erigir un templo dedicado a la Sagrada Familia
 

Diseñada por Antonio Gaudí, se inició su construcción en 1882, aunque no sería hasta 1915 en que el arquitecto se volcaría casi enfermizamente en la que es –pese a no haberla finalizado– su obra magna. Con un estilo orgánico imitando a la naturaleza, el interior del templo es como un bosque de columnas arborescentes en el que el arquitecto empleó todos los conocimientos y hallazgos empleados en el resto de construcciones de su carrera. Cargada de simbolismos, la Sagrada Familia –con cinco naves centrales sobre planta de cruz latina– tendrá en el momento de su finalización, algo que ya dudo si mis ojos verán, un total de 18 torres, la más alta de las cuales –dedicada a Jesús– constará de más de 172 metros de altura. Sin embargo, en vida de Gaudí tan solo se completó la cripta, el ábside y parte de la impresionante fachada del Nacimiento, siendo su discípulo Domingo Sugrañes quien continuó el proyecto hasta el momento de su muerte en 1938. 
 

Desde entonces han dirigido la obra
–que se financia con limosnas y donaciones numerosos arquitectos y se han encargado de la decoración escultórica artistas diversos como Joan Matamala, el japonés Etsuro Sotoo o Josep Maria Subirachs, autor de la polémica fachada de la Pasión. Particularmente odio su contribución que me parece totalmente fuera de lugar y altamente disonante con el resto del templo. En defensa del escultor, se explica siempre que a lo largo de la historia, el largo tiempo que llevaba la construcción de catedrales provocaba que muchas veces coexistiesen diversos estilos en algunas de ellas, que podían iniciarse románicas y finalizarse góticas. El mismo Gaudí inició el templo con elementos neogóticos antes de aplicarse en el naturalismo que caracteriza la idea general. Sin embargo, no conozco a nadie a quien le guste la diferencia tan radical de estilos entre las fachadas contrapuestas del templo. Y eso que Subirachs realizó guiños a Gaudí en algunas de sus esculturas, con soldados inspirados en las chimeneas de La Pedrera. En definitiva, amiguitos, que aquí tenéis unas cuantas imágenes producto de mi visita a la Sagrada Familia la soleada tarde de ayer.

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