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Viaje a Japón, día 4: Nakano... y lluvia
El día se ha levantado hoy frío y lluvioso por lo que nos hemos desplazado hasta Nakano –en las afueras de Tôkyô– para visitar su Nakano Broadway, centro comercial al que se accede desde la plaza de la estación a través de unas típicas galerías de tiendas y restaurantes, que alberga en varios pisos numerosos comercios dedicados al manga y el anime, ya sea en la variante DVD, libros, ilustraciones, action toys, merchandising variado o coleccionismo (5.400 Yens por una Arare de poco más de tres centímetros, sin su envoltorio original). Mi hija anda buscando material de una serie de su infancia y la verdad es que, si Akihabara es el paraíso de los otakus, Nakano es el Valhalla. Para ser sincero, mi pasión son los discos, pero me he hecho con dos figurillas para que hagan compañía al Mazinger de mi escritorio, un Ultraman y un Godzilla.
A mediodía, después de un atracón de sushi, nos desplazamos hasta Shinjuku para encontrar el Gracery Hotel, ese que tiene la cabeza de Godzilla asomando desde una terraza. Lo cierto es que tenía esa intención desde Barcelona pero imperdonablemente se me olvidó hacerlo en mi primera visita al barrio (ver Día 1). He pagado caro mi despiste. La incesante lluvia y el viento me han hecho desistir. No era cuestión de pillar una pulmonía y obligar a la familia a deambular bajo el aguacero mojándose por hacer una simple foto.
Después de regresar al hotel para cambiarnos de ropa, decido ir a Shibuya de nuevo para comprar más discos. No soy demasiado dado al gasto incontrolado y en numerosas ocasiones he ido a comprar algo y he salido de la tienda con las manos vacías por no gastar –no sé si es algo achacable a mi condición de catalán o es que soy gilipollas–, algo que muchas veces ha hecho que me arrepienta luego al llegar a casa. Pues bien, esta tarde no ha sido diferente. Tras volverme loco de alegría preseleccionando vinilos en las cubetas, he acabado devolviendo unos cuantos a su sitio y me he quedado con tan solo cinco álbums. Pero es que, a pesar de haber desembolsado un par de miles de yenes –la cantidad asusta–, al cambio no eran más que unos 20 euros por lo que, otra vez en la calle en dirección a Hachiko bajo la lluvia para reunirme con la familia me he dado cuenta de que por segunda vez volvía a ser memo. Total, que me marcharé de Japón con siete vinilos que me han costado unos 30 euros al cambio cuando en Barcelona, en cualquier feria del disco, por ese importe sólo me da para un par. Pese a todo, estoy satisfecho.
Una deliciosa hamburguesa con queso, aguacate y bacon crujiente pone fin al día, sin lluvia por primera vez desde el amanecer, y a nuestra estancia en Tôkyô.
Día 3
1 comentario:
Ya nos dirás que "álbums" son (ains). Imagino que también comprarías esa careta de Mazinger.
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