domingo, 9 de octubre de 2016

Calles salvajes (1984)



Y hoy, piltrafillas, regresa a este espacio otro título de la infame serie B ochentera que tan buenos ratos nos ha hecho pasar siempre. Concretamente, os voy a hablar de la mítica Calles salvajes de 1984. Dirigida y coescrita por Danny Steinman, cuenta con la participación del prolífico John Vernon en un pequeño papel y la presencia como protagonistas de Robert Dryer –un actor que forjó su carrera en series de televisión de los 80 y películas de serie Z– y una Linda Blair que no necesita presentación. El argumento es de lo más simple, ya veréis. Por un lado está Brenda, una chica dura y carismática que lidera una pandilla de chicas –en realidad no se trata de banda alguna, sino un grupo de amigas– en un instituto de Los Angeles. Por otra parte aunque en el mismo centro docente nos encontramos al violento Jake, el cabecilla de una banda de chicos algo más pendencieros que se dedican a traficar con drogas. 


Una noche, estos últimos se meten con el grupo de chicas lideradas por Brenda por lo que estas acabarán robándoles el coche antes de abandonarlo lleno de basura. Por supuesto, Jake y los suyos no podrán dejar pasar tal afrenta, mucho menos viniendo de unas chicas. Así que, mientras Brenda está en medio de una pelea en las duchas del instituto y Heather –su hermana pequeña, que sufre de sordera– la espera sola, Jake y sus colegas violan y golpean a la joven. Por si eso fuera poco, Jake también asesina a la mejor amiga de Brenda. Asi que a esta no le quedará otra opción que la de llevar a cabo su venganza. Total amiguitos, personajes estereotipados, desnudos gratuitos, un guión simple y pésimas interpretaciones que convierten a esta Calles salvajes en una más que recomendable obra de culto de un tipo de cine que, más que con palomitas, debe disfrutarse con cervezas o algo más fuerte. 


A modo de bonus, unos retratos de Linda en la época en la que había ganado peso, tomaba drogas, su carrera entraba en un callejón sin salida y no dudaba en aparecer desnuda en la gran pantalla o en las páginas de Playboy. No sé vosotros, pero a mi me gusta muchísimo más que cubierta de cicatrices y vomitando a las órdenes de William Friedkin.

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