Piltrafillas, cuando uno lee en la carátula del estuche de una película que el guión es de Ed Wood, la realización de A.C. Stephen y se trata de una obra maestra del terror erótico, ya sabe que alguien está mintiendo. Porque sí, lo que se dice erotismo, estando involucrado Stephen, es seguro que habrá. Pero lo de terror y –sobre todo– lo de obra maestra es algo de lo que podemos estar seguros que no vamos a encontrar en una cinta de este tipo. Pese a ello, estamos ante una obra de culto, que es lo que los frikis decimos de las películas malas con alevosía a las que nos da por defender a costa de ir contra el sentido común. Y es que, amiguitos, Orgy of the dead es una basura como una catedral. Con un guión –¿pero, qué guión ni qué ocho cuartos?... ¡aquí no hay de eso!– basado en una novela del propio Ed Wood, en realidad lo único que vale la pena en esta cinta es la música, y Stephen tuvo la poca vergüenza de no mencionar que la compuso el boliviano Jaime Mendoza-Nava, un tipo que había estudiado en Nueva York, París y Madrid. Claro que cabe la posibilidad de que fuese él mismo el que se negase a que su nombre apareciese ligado a un despropósito como este. Y eso que, en iluminación y puesta en escena, lo cierto es que la película es muy buena, con una estética pareja a los grandes éxitos de la Hammer, aunque maquillaje, historia, interpretaciones y montaje sean de náusea.
Dirigida por A.C. Stephen –que, en realidad, era un realizador búlgaro llamado Stephen Apostolof–, el argumento de esta nudie indicada únicamente a estudiosos del sexploitation más low cost que podáis imaginar, individuos con algún tipo de alteración mental o frikis como yo, es una burda excusa para colarnos un reportaje de danzas exóticas –es decir, de bailarinas en tanga y topless– y aderezarlo con una historia cogida con pinzas que apenas sostiene todo el tinglado. Veréis. Bob, un escritor de novelas de terror en busca de inspiración, conduce junto a su novia Shirley hacia un cementerio. Pero tras sufrir un accidente y perder el conocimiento –una más de las avergonzantes escenas de la película–, al despertar se encuentran con el demoníaco Emperor –¡caramba!, ¿sacaría Ihsahn la inspiración de aquí?– y su acólita, Black ghoul. El tipo está despertando a mujeres difuntas para que bailen para él. Aquellas que no lo hagan como le gusta, sufrirán el castigo de la condenación eterna. Y aquí comienza, amiguitos, el desfile de muchachas semidesnudas bailando. Todos habéis visto documentales de los años 60, podéis imaginar el estilo, no hace falta decir más. Total, que Bob y Shirley asisten atónitos al espectáculo sin advertir que están a punto de ser secuestrados por dos zombies y acaban amarrados a sendos postes. Black ghoul –por cierto, un papel que tenía que interpretar Elvira y que acabó llevando a la pantalla Fawn Silver porque la primera se negó a participar en esta infame producción– quiere asesinarlos rápidamente, pero Emperor le ordena esperar a que la pareja sea testigo de todos los bailes de esa noche para que Shirley aprenda y, una vez muerta, pueda danzar como se espera de ella. Así que, venga, otra infumable tanda de coreografías pretendidamente sensuales amenizadas por comentarios de una momia y un hombre lobo que desembocará en un final de traca y fanfarria.
Y, ¡qué narices!, os lo voy a contar. Resulta que justo cuando Black ghoul va a clavar su daga entre los pechos de Shirley... amanece y los rayos del sol acaban con la vida de ella y Emperor. Fin de la historia. Deciros que Emperor es Criswell, el mentalista amigo de Ed Wood que también aparecía en Plan 9 from outer space, quien al principio de la cinta nos presenta la historia leyendo sin disimulo el guión de una pizarra bajo la cámara, que Pat Barrington –aunque en los créditos es nombrada como Pat Barringer, a la que ya vimos bailando aquí, en The girl with the hungry eyes– hace de Shirley y también de una de las bailarinas, por lo que hay escenas en las que se mira a ella misma y que en la mitad de uno de los bailes hay unos insertos de imagen de una serpiente de cascabel sacados de a saber dónde, que no tienen razón de ser. Por todo esto y lo explicado antes, ¿qué os pensáis, que os quitaré de la cabeza ver Orgy of the dead?, ¡de ninguna manera!, no seréis personas si no veis al menos una vez en la vida esta masterpiece del despropósito erótico-casposo. Así que, a por ella.
Por cierto, como ya os he dicho, el verdadero protagonismo de esta película y su única razón de existir, corre a cargo de los bailes que Emperor hace ejecutar a las pobres almas del cementerio, por lo que aquí las tenéis a todas, a modo de homenaje. Haced acopio de alcohol y disfrutadla.
Pat Barrington, haciendo doblete
2 comentarios:
Maravilloso. Me hago con ella. Necesito ero-gore en el caldo de gallina.
Gracias.
JdG
pásate por mi blog http://heridasdelrocknrol.blogspot.com.es/
saludos
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