domingo, 14 de diciembre de 2014

Heavy Metal


Basada en la publicación del mismo nombre, que a su vez era una versión del magazine francés Metal Húrlant –en su momento poseí un buen número que por desgracia no conservo-, en 1981 se estrenó la película de animación Heavy Metal. Con producción de Ivan Reitman –sí, el de Ghostbusters, Space Jam, El pelotón chiflado o Poli de guardería, por ejemplo- y dirección del británico Gerald Potterton, en realidad la cinta es un puzzle a varias manos que con un guión que –más o menos- aglutina todas las piezas, está formado por diversas historias que incluso se realizaron en estudios diferentes y bajo la batuta de otros tantos directores de animación. 


Con grandes dosis de violencia y sexo –soft, por supuesto- y con una banda sonora en la que encontramos desde los Black Sabbath de la época Dio hasta los Devo o Don Felder, pasando por Cheap Trick, Blue Oyster Cult o Stevie Nicks, la historia que se nos cuenta en ocho partes más un epílogo y el prólogo de los títulos de crédito explica cómo el astronauta Grimaldi llega a su casa desde el espacio con una extraña esfera de color verde llamada Loc-Nar que lo aniquila y obliga a su hijita a ver cómo ha influido a lo largo del tiempo y el espacio en diversas sociedades para sembrar la muerte y la maldad. Así, con el nexo común de la malvada Loc-Nar, atravesaremos varias dimensiones desde una futurista Nueva York hasta tierras taraakianas, pasando por un B-17 en plena segunda Guerra Mundial, una estación espacial o los dominios del inmortal Ard en los que Den y la gibraltareña Katherine Wells se dedican a retozar. 


La verdad amiguitos es que aunque Heavy Metal –para la que en numerosas escenas se utilizó una técnica conocida como rotoscopia- nos parezca hoy de calidad discutible, lo cierto es que no podemos olvidar que se hizo a principios de los 80, cuando la tecnología existente no hacía presagiar lo que décadas después nos íbamos a encontrar. Así, pese a los fallos y al trazo incluso pueril de algunos dibujos, la película contiene bonitas escenas entre las que destacan en mi opinión algunas del segmento Taarna –inspiradas por el universo de Moebius, alter ego del genial Jean Giraud-, el Nueva York futurista y distópico de Harry Canyon o los títulos de crédito, con ese Corvette sideral. En resumen, que dejando a un lado el resultado desde un punto de vista actual, se trata de una película mítica de la historia de la animación para adultos que, si os la tomáis con cierto toque de nostalgia y como una historia de ciencia ficción sin demasiado sentido, os hará pasar un rato entretenido.

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