miércoles, 18 de mayo de 2011

Richardus DIECINUEVE

Diecinueve


Agosto de 1998

Richardus estaba sentado ante una de las pequeñas mesitas de las que constaba la terraza exterior de ese singular restaurante ubicado en el Pasaje de las Flores, en los aledaños del colorido y concurrido mercado. Hace exactamente una hora que ha salido de su hotel, el Conrad Istanbul, un establecimiento muy bien situado ante el Bósforo gracias a su proximidad al famoso bogaciçi koprusu, el puente que comunica las dos partes –asiática y europea- de la ciudad. Sentado junto a él, casi pegado, como si fuesen una pareja de felices homosexuales, estaba el agente Smith. A éste le hubiese gustado mucho más almorzar en el tranquilo y cosmopolita restaurante Prego, emplazado en el mismo Conrad, dedicado a la cocina italiana. Pero Richardus había preferido concertar la cita en un lugar menos privado. Además, le encantaban los mejillones rellenos de arroz que se podían degustar en ese local de la zona turística de Taksim. Smith pertenecía a la NESA, una sección de la CIA, aunque era imposible adivinar a priori a cuantos intereses estaba sirviendo en realidad. Era uno de esos hombres de la nueva hornada que debía reemplazar en el damero a los restos del pasado como Richardus. Sin embargo, estos cachorros sobradamente preparados en el aspecto teórico, carecían de experiencia de campo. Smith, quien por supuesto no se llamaba así –ya le había dejado claro a Richardus desde un primer momento que, sabiendo los dos que no iba a dar su verdadero nombre, tampoco era necesario perder tiempo en ser original-, se ocupaba oficialmente de analizar los diversos cambios que tenían lugar en la frágil estructura social y política de Oriente próximo, norte de África e incluso el sur de Asia. No obstante, en esta ocasión, Smith era un simple enlace entre Richardus y aquellos a los que debía dar cuentas en su última misión antes de ganarse la libertad.

- ¿Conoces a Abdullah Oçalan? –comenzó Smith después de exasperar a Richardus durante un buen rato hablándole sobre las bondades de comprar un Chrysler Voyager antes que un Dodge Ram mientras engullía mejillones.
Richardus asintió con la cabeza antes de responder.
- Vagamente –mintió-. Fundador del PKK, parece dotado de un increíble carisma que hace que sus seguidores –quienes hace tiempo le otorgaron el familiar sobrenombre de Apo, tío-, aún no habiendo participado nunca en combate alguno, sean capaces de dar su vida por él. Actualmente, desde la década de los 80, está refugiado en Siria, ¿correcto?
Smith dejó escapar un silbido. Pero, lejos de alabar los conocimientos de Richardus, no desaprovechó la ocasión para demostrar que había estudiado más al sujeto.
- A medias –replicó después de chuparse los dedos sonoramente-. Hace poco le echaron de Damasco. Sabemos que ha estado en Moscú, en donde solicitó asilo político, y que no ha parado de moverse por Europa. Oye, cambiando de tema, ¿sabes que estos mejillones están deliciosos?
Richardus se limitó a sonreír. Claro que lo sabía, ese había sido uno de los factores determinantes por los que había escogido ese sitio y no otro como escenario para la reunión. Pero la verdad es que estaba empezando a arrepentirse.
- Centrémonos en Oçalan. ¿Sabes qué es lo que está buscando?
- Bueno, expulsado oficiosamente de su santuario Sirio, sin duda lo que ahora persigue es un hogar en el que vivir sin el temor a que el MIT le detenga. Hace poco casi lo consigue. Oçalan se había instalado en Roma con pasaporte falso, pero Turquía, después de enterarse, no tardó en extender una orden internacional de búsqueda y captura. Incluso conseguimos que Alemania se adhiriese.
A Richardus no se le escapó el “conseguimos”. La NESA identificándose con los turcos. Interesante.
- Pero, en el último momento –prosiguió el joven agente-, Italia tuvo miedo de que Turquía no proporcionase a Oçalan un juicio con garantías y lo matase directamente y sin contemplaciones. Así que, al final, no autorizó la extradición. Para colmo, viendo que la balanza se inclinaba en su contra y temiendo actividades hostiles por parte de la numerosa comunidad kurda, también Alemania revocó la orden. Ahora, lo último que hemos averiguado es que Oçalan está negociando con Holanda.

A Richardus no le había resultado difícil concluir que se encontraba ante una operación encubierta a varias bandas de puro y zafio amiguismo. En el fondo se trataba de que Occidente le hiciese un favor a Turquía, el colega incómodo pero necesario. Eso sí, sin que nadie se enterase. Así que su misión iba a consistir en que los detalles de esa ayuda no trascendiesen o que, de no poderse ocultar, al menos no pudiesen ser relacionados con gobierno alguno.
Smith tragó su último mejillón, ayudándose por un trago largo de cerveza tibia.
- En estos momentos –dijo mientras se pasaba su pañuelo por los labios- un agente está dejando en tu habitación un escueto informe sobre la parte final de la misión que has de llevar a cabo, con algunas indicaciones sobre los efectivos humanos que tendrás a tu disposición. Que quede claro que, por descontado, tú tienes la última palabra y puedes integrar o descartar a quien creas necesario.
- Oye, por curiosidad, ¿eres tú una de esas recomendaciones? –preguntó Richardus con sorna.
- ¿Bromeas? –sonrió Smith-, yo ni tan siquiera estoy en Estambul hablando contigo.

Pues, para no estar, se había zampado una buena cantidad de mejillones rellenos. Richardus no había podido comer más que dos. Por contra, Smith se había desvelado como una máquina devoradora de moluscos dando cuenta de casi una decena. Pero Richardus era consciente de que no estaba allí para comer. Lo de su encuentro con Smith no dejaba de ser un trámite. Ya tenía ganas de ponerse manos a la obra y acabar rápido con todo aquello. Estaba, después de tantos años, a un paso de ser libre para escapar de aquella gigantesca rueda.
Le hizo una señal al camarero y pagó las consumiciones. Smith se limpió con la uña de su meñique derecho un grano de arroz que se le había quedado entre los incisivos.
- ¿Hace un narguile?
- No –contestó Richardus levantándose-, fumar pipa de agua es un placer que requiere su tiempo, y eso es algo de lo que carezco ahora. Adiós Smith, o comoquiera que te llames.
- Ha sido un placer conocerte, hacía años que oía hablar de ti. Quizás nos veamos en otra ocasión.
- Lo dudo –replicó Richardus-, y le dio la mano al agente de la NESA antes de desaparecer mimetizado entre la muchedumbre anónima que abarrotaba la zona peatonal del Taksim.



Cuando Richardus llegó a su habitación, un sobre de gran tamaño, de color sepia y con cierres de seguridad aunque sin distintivo alguno, le estaba esperando sobre la almohada. En su interior había un pliego encuadernado con una sencilla espiral de plástico. La portada del informe era blanca y en su extremo inferior derecho podía leerse “Operación Safari”.

Días después, Richardus conducía su Land Cruiser a gran velocidad por una peligrosa carretera sembrada de grietas y socavones. Sin embargo, al igual que en otras disciplinas, el mercenario también demostraba una extrema pericia en la conducción de automóviles por lo que el evidente mal estado de la calzada no le suponía preocupación alguna. Había llegado a Batman esa misma noche y, en medio de una oscuridad casi total, se disponía a alcanzar Nemrut Dag. Llevaba ya uns cinco horas de camino y había dejado tras de sí la población de Kahta. Calculaba que, a ese ritmo, como mucho le restaba hora u hora y media para llegar a su destino. Richardus había efectuado una única parada, en Siverek, en donde había llenado nuevamente el depósito del todoterreno y había aprovechado para tomarse un ayran, el típico yogur líquido del país. Ahora, al volante, luchaba contra el sopor pensando en la joven de veintipocos años, generosos pechos y carnosos labios, que le había alquilado el coche en el mostrador de Hertz del aeropuerto de Batman mientras le explicaba las maravillas que podría admirar en Nemrut.
- Según el Génesis –le había explicado aquella ninfa de enormes ojos color miel-, cuando finalizó el diluvio, el Arca de Noé atracó en el monte Ararat. Sin embargo, fue en el monte Nemrut y a través de los valles de la antigua Mesopotamia por donde dio comienzo la repoblación del mundo.
Al escuchar sus palabras, Richardus había tenido la visión de innumerables parejas de animales fornicando por las laderas de la montaña. En esos momentos, aún teniendo presente el aspecto de la diferencia de edad, no le hubiese importado iniciar la repoblación de Turquía junto a la joven a la que, mentalmente, hacía rato que había desnudado. Definitivamente, se estaba convirtiendo en un viejo verde, un sátiro patético que ya no recordaba casi la última vez que había estado –eufemismo curioso- con una mujer.
- ¿Así que el Nuevo Mundo comenzó en el kurdistán? –la sondeó Richardus.

1 comentario:

Lai dijo...

se ocupaba oficialmente de analizar los diversos cambios que tenían lugar en la frágil estructura social y política de Oriente próximo, norte de África e incluso el sur de Asia.
Joer con la peña...