Somos lo que hay

Y la segunda y última película del fin de semana –compromisos sociales y familiares igual a ausencia de horas dedicadas al cine- es Somos lo que hay, una cinta mexicana que nos cuenta como tras la muerte de un padre de familia que regentaba un puesto de reparación de relojes en un mercadillo de Ciudad de Mexico, su viuda y sus tres hijos deben ingeniérselas para proseguir con la tradición familiar consiguiendo alimento –se me ha olvidado deciros que se trata de caníbales- para no morir. La responsabilidad de guiar al grupo recaerá ahora en Alfredo, el hijo mayor, un adolescente asustado ante una situación que le supera. Cuando en el interior del cadáver encuentran un dedo humano, la presión que los tres hermanos –el antes mencionado, el pendenciero Julián y la fuerte Sabina, la verdadera líder de la manada- padecen se sumará a la que las pesquisas de la policía les causará por culpa de su inexperiencia a manejarse en esta situación.

Piltrafillas, en una primera impresión la lectura del argumento de Somos lo que hay parece vendernos un nuevo ejemplo de cinta gore con profusión de sangre y vísceras. Sin embargo, el inicio de la película –con una aterradora escena en la que sin violencia alguna ni palabras vemos que el sufrimiento ajeno no le importa al prójimo en absoluto y que cuando desaparecemos la sociedad se ocupa de borrar toda marca de nuestra existencia- nos da una señal de que lo que vamos a ver puede que tenga más capas y sea de lectura más profunda de lo que pensábamos. Al final no hay tanta sustancia en su interior, pero el resultado merece la pena. Dotada de un buen guión y unas interpretaciones notables –todo lo contrario de mi primera reseña de hoy- estamos ante una película angustiosa y dura, pero sin ser un festival gore extremo. Somos lo que hay es una cinta de terror caníbal que ya hay quien compara con lo que Déjame entrar supuso para el género de vampiros. De visión obligada, es mi opinión claro.