sábado, 27 de marzo de 2010

Ratzinger


Piltrafillas, cada día aparecen en la prensa más y más testimonios –sin duda a causa del efecto dominó, ya que no se trata de algo nuevo- de los abusos cometidos por sacerdotes a lo largo de la historia reciente y nos estamos enterando de algo que –en realidad- era un secreto a voces. Pero ¿no es delito el abuso de menores?, entonces ¿por qué nunca se ha encarcelado a nadie?, ¿por qué las autoridades no han removido cielo y tierra para esclarecer estos episodios y han permitido que la iglesia católica se limitase –en el mejor de los casos- a cambiar de parroquia a los sacerdotes pederastas?
Hoy incluso se sabe que el Papa Benedicto XVI, cuando era únicamente Monseñor Ratzinger y ostentaba el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe –nombre modernizado de la Congregación del Santo Oficio conocida popularmente como Inquisición- hizo oídos sordos a denuncias de abusos, archivando las acusaciones que recibía. ¿No es eso ocultación de pruebas, complicidad, encubrimiento?, ¿es esa actitud compatible con ser el líder espiritual de una religión tan importante como la católica?. ¿Por qué sigue siendo tabú este tema?, ¿por qué se sigue extendiendo la idea de que hablar de ello con voz crítica es hacerle el juego a los servidores del Anticristo, ser poco menos que adoradores del diablo?
¿Como justifica el Papa los actos de los miembros de su iglesia y –lo que es peor- los suyos propios? Que su Dios le perdone amiguitos. Yo cada vez me sorprendo más de que gente de buen corazón, pretendidamente inteligente y con una cultura media o superior siga, no creyendo en un ser superior omnipotente e intangible -que allá cada cual con sus ganas de justificar la existencia a costa de tragarse un engaño tal que hace creíble la vida del monstruo del lago Ness- sino acudiendo a misas y siguiendo las leyes de una iglesia que se ha mostrado corrupta en diversos ámbitos y decididamente más terrenal que espiritual.

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