domingo, 14 de marzo de 2010

Giallo






Este fin de semana he querido hacerle un pequeño homenaje al giallo, un género típicamente italiano –el nombre significa amarillo y está tomado de una serie de novelas populares de mediados del siglo pasado con las tapas de ese color cuyo argumento sirvió de inspiración a los realizadores de este tipo de cine- caracterizado por la mezcla de cine de suspense y terror con gotas de erotismo. Quizás el realizador más conocido –junto con Mario Bava- es el romano Darío Argento y aunque últimamente es responsable de películas vapuleadas por la crítica, creo que no está de más dedicarle un espacio en este blog tan poco exigente en cuanto al nivel de calidad de las cintas que comento. Así pues, inaugura la sesión cinéfila de hoy Giallo, del mencionado Darío Argento. Aunque tenga poco que ver con la película, dejadme que a modo de prólogo os cuente que no me gustan las mujeres que se operan la cara, las tetas, el ombligo o lo que sea, de hecho no me gusta ni que se maquillen. Odio los artificios. A mi me gustan guapas, de culos redondos y pechos grandes –tonto no soy-, pero naturales. Por eso me gustan aún menos esas aspirantes a actriz que en lugar de invertir en clases de arte dramático o interpretación lo hacen en bisturí y quirófano. Por eso y por otras cosas –todas ellas igual de subjetivas- me cae mal ese retaco llamado Elsa Pataky, por muy atractiva y deseada que aparezca en esas listas de publicaciones para hombres. En realidad –seamos justos-, ya que a la pobre no la conozco como persona, diré que me cae mal la imagen que proyecta o -apurando- la que yo capto de ella. Sirva todo esto de preámbulo a la crítica de una cinta en la que –como podéis ver- no se ha utilizado su imagen en ninguno de sus carteles promocionales y de la que ha salido muy mal parada en la mayoría de las críticas que he leído. ¿Que por qué os cuento todo esto?, pues para que veáis que soy sincero cuando os digo que –contrariamente a lo que me esperaba- el trabajo de Elsa Pataky en Giallo es más que decente.




La historia se inicia con dos turistas japonesas que comienzan en la ópera su última noche en la ciudad pero que deciden pasar la velada en un lugar más animado y se marchan a una discoteca. Allí, una de las chicas se prenda de un joven y la otra tiene que regresar sóla al hotel por lo que parará un taxi sin saber que con ese acto va a provocar el final de sus días ya que el taxista es ni más ni menos que un asesino, un tarado repugnante y extremadamente violento que secuestra mujeres, las tortura salvajemente y las mata que lleva obsesionando al inspector Enzo Lavia desde hace semanas. Cuando el tipo secuestra a la joven Celine, modelo de alta costura interpretada por la Pataky, su hermana Linda –recién llegada a la ciudad- pide ayuda a la policía formando tándem con el mencionado Lavia, un extraño inspector de origen neoyorquino, en la búsqueda de la chica y la captura del psicópata. Y como os he dicho antes, la Pataky no lo hace del todo mal, pero es que tampoco se le pide demasiado a su personaje, un mero screamer –de ahí que, excepto en nuestro país por razones obvias, tampoco es que se le haya dado demasiada publicidad a su nombre en el extranjero- en una película medianamente distraída, de factura decente e interpretaciones aceptables pero, eso sí, tan interesante como cualquiera de esas producciones para televisión de calidad media-baja que se emiten los sábados o domingos por la tarde y que se caracterizan por repetitivas y faltas de originalidad. En ese sentido se trata de un film decepcionante. Así pues piltrafillas, si queréis conocer al verdadero Argento pillaros Suspiria o Inferno. Vaya pena de homenaje me ha salido ¿eh?.

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