Paella

Bueno amiguitos, resulta que ayer, después de desayunar un zumo de pomelo y entrar en el blog para contaros a todos la razón por la que no había ido a trabajar, tuve que salir de casa apresuradamente y hacerme 150 kilómetros en coche para ir a buscar a mi señor padre, traerle a Barcelona (150 kilómetros más) y meterle en un hospital porque se le había salido una hernia. Cómo véis llevo una racha que si me encontráis algún día mejor que cambiéis de acera. Total, que lo de la salida a la montaña o al mar de los catalanes el día de la Diada se hizo realidad con enormes dosis de ironía por parte del azar. Así que, cuando a las 17 horas más o menos -después de tragar asfalto, nervios, sala de espera y con únicamente el puto pomelo en el estómago- me comía un bocadillo de tortilla en el hospital me dije que el sábado mi padre, a quien se le encajó la hernia tan sólo pisar el box de urgencias, no se escapaba de invitarme a una paella de marisco, un buen vino, café, copa y helado en un restaurante de contrastada calidad. Y me estoy pensando si invitaré a chupitos al resto de comensales. Así que hoy –aunque suponga echarme al coleto 300 kilómetros más- me voy a poner morado de arroz con cigalas, mejillones, almejas, gambas, rape, calamar, cangrejo y lo que caiga. Ah, y de primero una ensaladita, que la tabla de la dieta que sigo dice que hoy me toca. Hasta mañana pues.