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Piltrafillas, ya hacía meses que mi mujer me daba la barrila con que le consiguiese Camino y yo me hacía el remolón. Pero al final ayer noche se salió con la suya y consiguió que accediese a acompañarla en una sesión cinematográfica de esas de llorar. A estas alturas supongo que todos sabéis de qué va la película por lo que me ahorraré teclear el argumento. De los protagonistas y su éxito en la entrega de premios Goya debo deciros que la niña –para ser la primera vez que se ponía ante las cámaras- no lo hace nada mal y que la buena de Carme Elías –merecidísimo su galardón por interpretar a la meapilas de Gloria, la madre de Camino- me hizo sentir asco por ella, el Opus Dei y la madre que los parió. El premio que no entiendo para nada es el que se concedió a Jordi Dauder –no recuerdo ahora quienes eran los otros candidatos por actor de reparto, pero serían de pena- y creo que se cometió una injusticia al ni tan sólo nominar a Mariano Venancio en el duro papel de José, el padre de Camino.
La historia está bien, el guión –otro acertado Goya- me pareció fresco y muy bueno, pero la verdad es que no sé si la película me gustó o no. Os confesaré que, no sé si es que estaba de bajón o qué, pero no pude acabar de verla y me dieron unas ganas locas de despertar a mi hija –cosa que no hice- y darle un abrazo. Me limité a besarla intentando no perturbar su sueño. Luego está el tema de las ensoñaciones y las pesadillas de Camino –con escenas Disney incluidas-, que tampoco sé si le van bien a la historia para quitar un poco de dramatismo o precisamente le afectan negativamente al restarle fuerza.
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Así pues amiguitos, os la recomiendo con la boca pequeña, sobre todo si sois padres y os cuesta entender como pueden prevalecer hoy en día ciertos dogmas. Dicen algunos que Javier Fesser no toma partido y se limita a contar una historia. Sin embargo creo que deja muy clara su postura ante comportamientos enfermizos de esta calaña. Porque piltrafillas, una cosa es tener fe o ser católico y otra muy distinta estar mal de la cabeza. Por esa parte son mucho más punibles las actitudes de los directores espirituales –cabezas pensantes de la secta- que las de beatones y beatonas como la pobre madre de Camino –una víctima de su debilidad emocional- que quizás encuentran en esas patéticas prácticas el consuelo que otros hallarían en el alcohol o las drogas, vías de escape igual de dañinas. En resumen, una cinta que me dejó muy mal cuerpo y mucha mala leche. Y luego algunos no entendéis que me guste el gore.
La historia está bien, el guión –otro acertado Goya- me pareció fresco y muy bueno, pero la verdad es que no sé si la película me gustó o no. Os confesaré que, no sé si es que estaba de bajón o qué, pero no pude acabar de verla y me dieron unas ganas locas de despertar a mi hija –cosa que no hice- y darle un abrazo. Me limité a besarla intentando no perturbar su sueño. Luego está el tema de las ensoñaciones y las pesadillas de Camino –con escenas Disney incluidas-, que tampoco sé si le van bien a la historia para quitar un poco de dramatismo o precisamente le afectan negativamente al restarle fuerza.
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Así pues amiguitos, os la recomiendo con la boca pequeña, sobre todo si sois padres y os cuesta entender como pueden prevalecer hoy en día ciertos dogmas. Dicen algunos que Javier Fesser no toma partido y se limita a contar una historia. Sin embargo creo que deja muy clara su postura ante comportamientos enfermizos de esta calaña. Porque piltrafillas, una cosa es tener fe o ser católico y otra muy distinta estar mal de la cabeza. Por esa parte son mucho más punibles las actitudes de los directores espirituales –cabezas pensantes de la secta- que las de beatones y beatonas como la pobre madre de Camino –una víctima de su debilidad emocional- que quizás encuentran en esas patéticas prácticas el consuelo que otros hallarían en el alcohol o las drogas, vías de escape igual de dañinas. En resumen, una cinta que me dejó muy mal cuerpo y mucha mala leche. Y luego algunos no entendéis que me guste el gore.
1 comentario:
No deja usted de ser un sensiblero.
LEGO.
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