domingo, 2 de noviembre de 2008

Ana Celia de Armas


Piltrafillas, no sé si conocéis la serie de televisión El Internado. Quizás sepáis que es uno de los productos estrella del canal Antena3, o a lo mejor no habéis oído hablar de ella nunca. Es igual. No voy a hablaros hoy de la serie, no amiguitos. Lo que os voy a contar es que tras ver un par de capítulos noté que cuando aparecía en pantalla el personaje de Carolina –la segunda por la izquierda en la foto que acompaño- no me fijaba en sus dotes interpretativas, sino en sus enormes ojos. Dado que se supone que los y las protagonistas de la serie tienen entre 15 y 17 años, en mi mente se dispararon todas las alarmas. Quizás era su voz –que yo identificaba erroneamente con las Canarias-, o esa faldita corta de uniforme que le daba una imagen de lolita japonesa –las Lolicon de las que os he hablado recientemente- pero lo cierto es que la tal Carolina tenía en el King Piltrafilla todo un admirador... con sentido de culpa. Pero, ¡por todos los dioses del Olimpo, si podía ser –aunque muy por los pelos- mi hija! Sea como sea, lo que era seguro –o eso creía yo- es que se trataba de una menor. ¿me estaba convirtiendo en una especie de Lewis Carroll y Carolina era mi Alice Liddell televisiva? ¿era yo una copia tardía del profesor Humbert que ideó Nabokov?



Ah amiguitos, pero entonces descubrí que la tal Carolina se llamaba en realidad Ana Celia de Armas, que era cubana... ¡y que tenía veinte años! Eso me tranquilizó piltrafillas. Seguía existiendo la diferencia de edad, pero al menos ya no podían acusarme de sentirme atraído por una menor. Luego, cuando supe que la caribeña había posado de esta guisa para la revista FHM, fui consciente de que yo no era el único. No amiguitos, en la revista –no olvidemos que su target son lectores adultos, no adolescentes- la joven aparecía jugando con la ambigüedad, entre sensual y candorosa, vendiendonos –en definitiva- una provocación sexual. Así pues, más tranquilo, me di cuenta de que no había sido más que otro cuarentón caído en las redes de una moderna Lolita mediática. Ahora con, el tiempo, he perdido el interés por esta chica. ¿Sabéis qué es lo que más me incomoda? que me parece que no ha pasado tanto tiempo desde que era normal que me fijase en preuniversitarias con falda corta, y lo malo es que sí ha pasado el tiempo. Y lo peor es que, cuando le he contado a mi mujer todo esto, me ha mirado con una expresión condescendiente que parecía evidenciar que tomaba consciencia de que su marido se estaba convirtiendo en todo un viejo verde. Sé que son cosas de la edad, como la presbicia, cambios normales que sufre mi persona con los años y tendré que acostumbrarme a ellos, pero cuesta aceptar que uno ya no es un jovencito. Quien sabe, quizás estoy viviendo una segunda pubertad.

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