domingo, 20 de junio de 2010

Kynodontas (2009)









La segunda cinta del fin de semana ha sido la griega Kynodontas de Yorgos Lanthimos, premiada en Cannes y una película de esas que aunque no sepas de que va, a los pocos minutos de verla ya supones que no se trata de una historia normal. En concreto esta comienza con un grupo de pasmados que escuchan en un antiguo reproductor de cassettes las definiciones alteradas de palabras como excursión, mar, escopeta o autopista. Entonces una de las chicas propone un juego de lo más estúpido, pero con tal candor e inocencia que en lugar de provocar desdén o risa lo que despierta en el espectador es compasión, al principio por simple intuición y más tarde al constatar que tanto ella como sus hermanos son unos perfectos desgraciados aún sin ser conscientes de ello. Así es amiguitos, porque en realidad tanto esa pobre chica como el resto de la familia –en total son dos chicas y un chico, además de la madre y el padre- son unas pobres víctimas de la sobreprotección enfermiza a la que les somete su progenitor, quien –con la complicidad de la madre- les mantiene confinados tras la verja de una casa unifamiliar con piscina en las afueras de la ciudad evitando todo contacto con el mundo exterior. Los chicos creen que teléfono es el recipiente que contiene la sal y los aviones que surcan el cielo son de juguete, se arreglan para cenar, estudian escuchando lecciones en cintas de cassette y como gran diversión tienen ver vídeos familiares que ya se saben de memoria.




Sin embargo, ese gran plan tiene una grieta. De tanto en tanto el padre deja que una empleada de seguridad de su empresa les visite y sirva de desahogo sexual a su hijo –la escena en la que vemos como Christina y el joven follan es lo más antierótico que he visto últimamente- y será en una de esas visitas en las que la joven regale a una de las hermanas un VHS de Rocky. Ese será el detonante que hará decidirse al cabeza de familia por no dejar que los extraños entren más en su pequeño feudo y preferir incluso el incesto a que la realidad externa manche a su familia. Kynodontas está repleta de gags visuales y orales que en una comedia hubiesen llevado al espectador a la carcajada fácilmente pero que en este caso producen incomodidad porque sabemos que no pretenden hacer reír. Se trata del retrato de una relación malsana en la que además del sexo endogámico cabe el maltrato psicológico y el sadismo. La pregunta es ¿busca ese hombre en realidad proteger a sus amados hijos del mundo real, imperfecto y peligroso o está fabricándose unos compañeros de existencia sometidos a sus deseos, unos perros que le hagan más caso que el terco can que en realidad posee?. Kynodontas es en ese aspecto una película desconcertante que tiene apariencia de fábula con doble lectura que –como acostumbra a pasar en estos casos- seguramente no tiene una única interpretación. En resumen piltrafillas, una variación bizarra, turbadora, inquietante y definitivamente friki –otro de los muchos ejemplos de ello es que las hermanas juegan a dormirse con anestésico y quien se despierta antes gana- de la misma idea planteada de manera bien diferente por M. Night Shyamalan en su El Bosque.

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