El verano pasado o así -la verdad es que no lo recuerdo muy bien- un tabloide sensacionalista británico publicó las fotos de Angela Merkel cambiándose el bañador en la playa. En una de las imágenes se veía como el viento le jugaba una mala pasada y dejaba al aire sus blanquecinas nalgas. Saber que los ingleses se habían levantado con su culo en los quioscos no le gustó nada a la canciller alemana.
Pues bien, poco después el viento levantó las faldas de la futura Reina de España, doña Letizia Ortiz, dejando al descubierto sus bragas. La televisión -y yo mismo, que no hace muchas entradas os he dado cuenta de la imagen- dejó constancia del hecho y así los españolitos pudimos constatar dos cosas: que Letizia no lleva tanga y que su ropa interior está anticuada. Yo, desde esta humilde tribuna, me permitiré indicar que unas pequeñas braguitas con la bandera de Europa, por ejemplo, hubiesen quedado mucho mejor que la braga alta de color claro que advertimos el otro día. Hombre, no digo yo que la princesa deba vestir interiormente para que los camioneros del país cuelguen su foto en la cabina, pero un toque de color y desenfado hubiese sido todo un guiño para sus futuros súbditos, un pequeño atisbo de humanidad en esa institución que se las da de campechana y cercana al pueblo y que, en realidad, está tan y tan lejana de las preocupaciones del día a día de la población de a pie.
Pues bien, poco después el viento levantó las faldas de la futura Reina de España, doña Letizia Ortiz, dejando al descubierto sus bragas. La televisión -y yo mismo, que no hace muchas entradas os he dado cuenta de la imagen- dejó constancia del hecho y así los españolitos pudimos constatar dos cosas: que Letizia no lleva tanga y que su ropa interior está anticuada. Yo, desde esta humilde tribuna, me permitiré indicar que unas pequeñas braguitas con la bandera de Europa, por ejemplo, hubiesen quedado mucho mejor que la braga alta de color claro que advertimos el otro día. Hombre, no digo yo que la princesa deba vestir interiormente para que los camioneros del país cuelguen su foto en la cabina, pero un toque de color y desenfado hubiese sido todo un guiño para sus futuros súbditos, un pequeño atisbo de humanidad en esa institución que se las da de campechana y cercana al pueblo y que, en realidad, está tan y tan lejana de las preocupaciones del día a día de la población de a pie.
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