sábado, 5 de diciembre de 2009

Grotesque






La cinta que he visto hoy ha sido la extremadamente violenta Grotesque, una película gore japonesa llena de tensión psicológica en la que la tortura y la mutilación se muestra sin espectacularidad pero sí con crudeza, una obra que deja a Saw a la altura de una serie de Disney Channel, una película sádica que ha sido prohibida en la Gran Bretaña al considerar las autoridades que no explica historia alguna y que se limita a ofrecer un espectáculo de depravación por si mismo sin que el argumento lo justifique, todo un ejercicio de pornografía de la violencia gratuita. En mi opinión, no es del todo cierto. La historia -difícil de ver, eso sí- que Grotesque nos cuenta es la de una pareja que acaba de iniciar una relación afectiva –de hecho sólo han tenido una cita- y que es raptada por un hijo de puta que pretende torturarles en su sótano. El descerebrado psicópata les comunica –a ritmo de vals y mientras se come un trozo de pastel- que su objetivo es asesinarles a ambos, pero que si su lucha por la supervivencia le excita sexualmente –le pone cachondo, en sus palabras- les dejará escapar, algo que evidentemente no hay quien se lo crea.



A partir de ese instante, lo que sigue son escenas desagradables e incómodas de ver –algunas hacen daño con sólo imaginarlas, como eso de insertar clavos en los testículos- en las que saliva, orina, sangre y semen se mezclan gracias a todo tipo de utensilios cortantes y grandes dosis de depravación moral, minucioso sadismo y algunas leves gotas de softporn enfermizo. Lo único de Grotesque que me ha hecho no abandonar su visión es intentar averiguar la razón de lo que no tiene explicación, conocer si ese par de tortolitos que estaban dispuestos a amarse eternamente eran capaces de sacrificar su vida por el otro y saber si ese degenerado sexual recibía su merecido al final de la cinta, una cinta que –por otra parte- está rodada con cierto cuidado por el estilo –si podemos llamarlo así-, en especial en lo que respecta a la fotografía y el sonido. Total amiguitos, sólo recomendable para estómagos fuertes o a todos aquellos frikis a los que Hostel les pareció una historieta para pusilánimes.

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