Le toca el turno a otro automóvil, esta vez un Porsche. Pero no os voy a hablar del mítico 911 en sus múltiples versiones ni del reciente y exitoso Cayenne ni del trágicamente conocido modelo Spyder en el que perdió la vida un tal James Dean. Hoy, amiguitos, os voy a hablar del germen de todos ellos, el P356 y de la historia de la marca de Stuttgart.
Arranca el origen de este coche con Ferdinand Porsche, ingeniero austríaco que trabajaba en una una empresa del sector de la electricidad cuando a finales del siglo XIX pasó a la plantilla de la división automovilística de la firma Lohner. Con el nuevo siglo, Ferdinand pasa a Daimler, en donde desarrolla nuevos diseños que conduce él mismo logrando premios en varias competiciones. En los años 20 pasa a Mercedes-Benz, en donde logra el reconocimiento del sector y el mundo entero. En la década siguiente crea su propia firma de ingeniería y trabaja para Auto Union y –sobre todo- con Volkswagen, diseñando el célebre escarabajo y con quienes seguiría trabajando durante la segunda Guerra Mundial. Es a causa de ello que, finalizada la contienda, es encarcelado en Francia junto a su hijo –Ferry Porsche- y su yerno, trabajando para Renault.
Ferry se libra de la condena antes que su padre e intenta reflotar la compañía realizando prototipos para otras firmas y en 1948, lanza al mercado el P356, el primero puramente Porsche. Este vehículo –pues- es el del renacimiento de la marca, el que consiguió sacar a Ferdinand de prisión y el que volvió a colocar a la familia Porsche en el mundo del automovilismo. El inicio de la producción de ese roadster biplaza con motor Volkswagen fue artesanal, en el taller de la localidad austríaca de Gmund, y derivó hacia el definitivo modelo coupé con motor trasero. La necesidad de fabricar un cabriolet obliga a Porsche a aliarse con la firma suiza Beutler, y en el salón del automovil de Ginebra de 1949 apareció finalmente el precursor de una marca austrosuiza –las versiones coupé y cabriolet del Porsche 356- que acabó estableciéndose en Alemania. Os diré que Ferdinand fue contratado de nuevo por Volkswagen, recibiendo el pago de royalties por cada beetle vendido, algo que le hizo rico.
Arranca el origen de este coche con Ferdinand Porsche, ingeniero austríaco que trabajaba en una una empresa del sector de la electricidad cuando a finales del siglo XIX pasó a la plantilla de la división automovilística de la firma Lohner. Con el nuevo siglo, Ferdinand pasa a Daimler, en donde desarrolla nuevos diseños que conduce él mismo logrando premios en varias competiciones. En los años 20 pasa a Mercedes-Benz, en donde logra el reconocimiento del sector y el mundo entero. En la década siguiente crea su propia firma de ingeniería y trabaja para Auto Union y –sobre todo- con Volkswagen, diseñando el célebre escarabajo y con quienes seguiría trabajando durante la segunda Guerra Mundial. Es a causa de ello que, finalizada la contienda, es encarcelado en Francia junto a su hijo –Ferry Porsche- y su yerno, trabajando para Renault.
Ferry se libra de la condena antes que su padre e intenta reflotar la compañía realizando prototipos para otras firmas y en 1948, lanza al mercado el P356, el primero puramente Porsche. Este vehículo –pues- es el del renacimiento de la marca, el que consiguió sacar a Ferdinand de prisión y el que volvió a colocar a la familia Porsche en el mundo del automovilismo. El inicio de la producción de ese roadster biplaza con motor Volkswagen fue artesanal, en el taller de la localidad austríaca de Gmund, y derivó hacia el definitivo modelo coupé con motor trasero. La necesidad de fabricar un cabriolet obliga a Porsche a aliarse con la firma suiza Beutler, y en el salón del automovil de Ginebra de 1949 apareció finalmente el precursor de una marca austrosuiza –las versiones coupé y cabriolet del Porsche 356- que acabó estableciéndose en Alemania. Os diré que Ferdinand fue contratado de nuevo por Volkswagen, recibiendo el pago de royalties por cada beetle vendido, algo que le hizo rico.