Después de nuestra primera noche danesa, salimos a la calle dipuestos a disfrutar de lo que nos ofrece la ciudad. Las primeras y motorizadas imágenes del día las tomo en Vesterbro y en los aledaños del Tivoli, en donde me encuentro con un precioso Corvette. No tardamos en llegar a Langebro –uno de los numerosos puentes sobre la manga de agua del estrecho de Øresund que baña la ciudad– que conecta Zealand y Amager, las dos islas sobre las que se asienta la capital. A su lado el Lille Langebro o pequeño Langebro, un puente moderno para ciclistas y peatones. El paseo continua junto al Frederiksholms kanal que rodea el islote de Slotsholmen y el puente de Knippelsbro.
Más al norte, llegamos a la plaza del palacio Amalienborg, la residencia de invierno de la Reina Margrethe II. En ese lugar soy conciente del impacto de la pandemia sobre la industria turística en todo el mundo. Debido a las restricciones, numerosos turistas de Estados Unidos, Asia y diveros países de Europa no han viajado y lugares emblemáticos de la ciudad –en los días siguientes seremos testigos nuevamente– muestran un inusual aspecto semivacío en muchos espacios que en un verano normal estarían abarrotados. Triste por una parte pero relajante por otro lado. Desde la plaza se puede ver al fondo la Frederikskirke, una iglesia de estilo rococó más conocida por el nombre de Marmorkirke al estar recubierta de mármol. En este punto os diré que odio cuando en los edificios monumentales de las ciudades que visito hay andamios o partes en reparacion que estropean mis fotos. Opino –egoístamente, lo sé– que las obras deberían hacerse fuera de la temporada turística. Pero es lo que hay.
Llegamos a la zona del Kastellet, fortaleza con forma de estrella erigida en el siglo XVII alrededor de la cual podemos ver la St. Alban’s church y la fuente de Gefionspringvandet, el monumento más grande de la ciudad, que homenajea el mito de la diosa Gefjund y la creación de la isla de Zealand. Ambos puntos sirven de entrada al jardín al final del cual se encuentra Den Lille Havfrue, o sea la Sirenita, verdadero símbolo de la ciudad.
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