domingo, 24 de enero de 2016

Las alegres vampiras de Vögel


Piltrafillas, bienvenidos una vez más al espacio cinematográfico dominical de este blog. Esta vez, mi primera reseña es para la española Las alegres vampiras de Vögel, una comedia de mediados de los 70 de engañoso título y elenco. Y es que, no os voy a engañar amiguitos, con Julio Pérez Tabernero a la realización –que ese mismo año había trabajado con Jesús Franco en La Coccolona y años después nos regalaría títulos como Bragas calientes o Con las bragas en la mano– y la presencia de María José Cantudo y Ágata Lys, uno esperaba un poco más de carne –ya me entendéis– en el asador. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El argumento nos cuenta como una compañía de variedades –a las nuevas generaciones, el concepto les sonará a chino– que viaja por Transilvania debe refugiarse en el castillo de Erik Draculter, un antiguo conde vampiro que siglos atrás moró en Vögel y que ha regresado a la vida junto a su sobrina Laura y el salido de Otto. Por supuesto, la familia de vampiros se dedicará a chupar la sangre de todo aquel que se ponga en su camino. 


La cinta cuenta también con el sevillano Germán Cobos y el mítico José María Tasso, un estupendo actor lastrado por su imagen y al que muchos quizás recordéis como aquel secundario que no paraba de soplarse el flequillo en las númerosas películas en las que participaba. Podemos decir que Las alegres vampiras de Vögel es una comedia de planteamiento a lo Hammer aunque con un guión pueril y casposo que tira por tierra cualquier atisbo de sangre o erotismo que cualquiera esperase encontrar en ella. La caspa ya la encontramos en la música de los títulos de crédito, típica de Alfonso Santisteban y con voz femenina tarareando sobre la melodía ese pa-pa-paraba-papa-parapa-parapa-papa tan setentero. De cutre hasta se hace simpática. Además, la presunta Transilvania es un sitio en el que los lugareños llevan boina, se llaman Damián y se prestan a dialogos como: 

-¿Dónde estamos? 
-Aquí. 
-¿Y cómo se llama aqui? 
-No se llama, la llamamos Vögel. 

Por supuesto, el pueblo de Vögel no existe y significa ave en alemán. Pero eso no es todo. Pietro, el conductor del autobús de la gira, es en realidad un licántropo desde su infancia, algo que no se ha manifestado hasta ahora porque siempre ha vivido en la ciudad. En fin, piltrafillas, que estamos ante una astracanada como una catedral que se prestaba a haberse convertido en un producto mucho más lúbrico e interesante. Sin embargo, la calidad final me ha parecido superior a lo que esperaba y –si uno se lo toma como una caricatura del género– resulta hasta entretenida. 


Recomendada para completistas del cine hispano de la época y fans de la Lys y la Cantudo, de las que os acompaño sendos retratos.

2 comentarios:

Victor dijo...

Esta me la apunto para buscarla.menudo dúo femenino.
Un saludo

King Piltrafilla dijo...

Saludos. Es una comedia simpática, sin más, bien hecha pero sin enjundia ni carne.