domingo, 24 de agosto de 2014

José Jiménez Aranda


Piltrafillas, ayer visité en el CaixaForum de Barcelona una preciosa exposición dedicada al pintor Joaquín Sorolla. Y ya que estaba allí, me metí también en otra sala en la que se mostraba una selección de pequeños tesoros del Museo del Prado. En uno de los espacios, de lejos aún, una pintura llamó mi atención. Mi primera impresión fue que se trataba de un óleo de Marià Fortuny... pero al acercarme descubrí que no, que el autor era un tal José Jiménez Aranda del todo desconocido para mi. El cuadro, en realidad no muy grande, era una joya que no sabéis de qué manera mostraba el extremado virtuosismo del pintor sevillano. El grado de detalle con el que ojos, arrugas, expresiones, pelos, pieles, metales o tejidos eran representados en la obra me hicieron permanecer largo rato escudriñando la escena, como si estuviese bucando algún objeto escondido en ella. En resumen amiguitos, que ignoro si sois conocedores de la figura de este genial artista pero si os atrae la pintura, no perdáis la ocasión de conocerle. La obra que de tal forma me subyugó era Penitentes en la basílica inferior de Asís, que es la que os adjunto en último lugar de mi breve selección y que –por supuesto- no permite ni imaginar la calidad del original. Por cierto, Jiménez Aranda residió en Roma de 1871 a 1875, lugar en el que conocería a Fortuny, quien le influenció fuertemente. Advierto, pues, con alegría que aunque mi primera impresión fue equivocada, no iba tan desencaminado.

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