domingo, 13 de abril de 2014

The pigkeeper’s daughter


Piltrafillas, a finales del mes pasado falleció Harry Novak, productor y distribuidor norteamericano considerado el rey de la sexploitation durante los años 60 y 70. Entre los títulos que produjo o distribuyó se encuentran cintas como Kiss me quick! o la infame The sinful dwarf, ambas conocidas por los que seais seguidores de este blog. Pues bien, esta lamentable efeméride y la anterior entrada que he querido dedicar al gran Russ Meyer me proporcionan la excusa perfecta para que hoy os hable de esta The pigkeeper’s daughter que ayer disfruté. Y es que esta peliculilla de Bethel Buckalew –al parecer, pseudónimo del director Peter Perry Jr, aunque él lo negó siempre- tiene mucho de Meyer. Tenemos granjeros, mujeres voluptuosas, escenas subidas de tono con el heno como telón de fondo... Sin embargo, ahí acaban las similitudes. Por una parte, aquí el tono sexual –pese a no ser abiertamente explícito- es bastante más elevado que el de las cintas de Russ y por otra, el humor de aquel no se encuentra en esta historia grotesca que es más una sucesión de polvos que otra cosa. Aun así, se trata de un buen documento del tipo de cine erótico de serie Z que se hacía en los 70. 


La trama –si es que se le puede llamar así- de The pigkeeper’s daughter cuenta la historia de Moonbeam, la pelirroja hija del amo de una granja de cerdos que ya tiene edad de comprometerse pero prefiere jugar con su cerdito Lord Hamilton y dejar que este le husmee la entrepierna. Jasper, el machito del lugar, quiere beneficiarse a la joven Patty, pero acaba retozando con Moonbeam mientras la aun virgen Patty espía a su hermana a escondidas y se toca, ya me entendéis. No tarda en aparecer en escena un vendedor a domicilio al que le da igual hacérselo con un tipo al que se encuentra desnudo por la carretera en una postura comprometida –el chulito del principio-, con una autoestopista que resulta ser una prostituta o con la mujer del criador de cerdos, a la que se folla en el sofá de la sala de estar después de intentarle vender todo tipo de cremas y lociones. En fin amiguitos, que eso es esta película sin sentido y de calidad ínfima. No contento con ello, Buckalew aun nos regalará el polvo entre Jasper y –por fin- la joven Patty y una escena final en una bañera en medio del patio en la que el vendedor logra hacer que Moonbeam se olvide de Lord Hamilton por un rato. El final –que no os contaré- no será demasiado provechoso que digamos para el tipo de las ventas a domicilio. Total piltrafillas, que cuando al principio os he dicho que disfruté de la visión de The pigkeeper’s daughter lo hacía desde una vertiente freak y abusando del lenguaje, porque uno solo puede verle algún aliciente a la película si la aborda como homenaje póstumo a Novak o como estudio de la cinematografía para pajilleros de los 70. No obstante, ya sabéis que en este blog no le hacemos ascos a casi nada por lo que, bueno, vosotros decidís.

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