domingo, 20 de abril de 2014

Bloodbath in Pinky High


Amiguitos, el cine pinku japonés regresa a este blog en una sesión doble extraordinaria de Semana Santa. Mi primera reseña se la dedico a Baño de sangre en el Instituto Rosado –los entendidos ya sabréis que Rosa, para los japoneses, es como Verde para nosotros, es decir, sinónimo de erotismo-, una película que se inicia con un sufrido maestro de escuela femenina –la Seijun Girls School- intentando hablar de Florence Nightingale a sus alumnas, unas adolescentes chillonas, maleducadas y sin interés ninguno ni respeto por la educación. Unas saltan, otras comen, Midori duerme... y entonces entran en clase las que parecen integrar una banda de chicas preguntando por ella. A estas alturas ya vemos que las interpretaciones no son el punto fuerte de esta cinta. La recién llegada se presenta, Malicia Roja, Yumi la Cresta de Gallo, que nació y creció en el Valle de los Pollos, es hija de un granjero avícola y desde los siete años ya ha matado más de cuatrocientos pollitos. Frente a ella, Midori, de la Ciudad de las Cerezas, la invencible, el Crisantemo Salvaje, una chica que no tuvo infancia y que ha hecho de su vida una lucha contínua. Y comienza la pelea, piltrafillas, una lucha patética, mal coreografiada... con las chicas arrancándose las camisas dejando sus pechos al aire. ¡Acabáramos!, eso es lo que tenemos entre manos. No estamos ante una de aquellas interesantes películas de los años setenta con delincuentes femeninas –sukeban- como protagonistas, cintas míticas de culto como Girl boss guerilla, que han tenido su momento en este blog. No amiguitos. Lo que vamos a ver es una infame muestra del pinku eiga de más baja ralea. Da comienzo pues Bloodbath in Pinky High. Más tarde, Maki Lobo Solitario se encuentra a Midori después de que esta haya robado en una tienda de ropa y la reta a una lucha. Maki es su enemiga más acérrima, habiendo peleado con ella en más de 150 ocasiones desde la infancia, pero Midori está cansada y la emplaza para otra ocasión. Y entonces conocemos a Ranko, líder de la banda que controla el colegio –los Demonios- con permiso de su director, de quien está enamorada desde que llegó al instituto escapando de los abusos de sus padres y este la acogió bajo su tutela. Ranko, además de amenazar a las nuevas alumnas, realiza trabajos para su jefe y amante, cosas como proporcionarle chicas para agasajar a los miembros del Consejo Escolar del distrito. 


Precisamente, cuando Harue Rata de Alcantarilla -una de las chicas de su banda- es forzada por Ranko a servir de juguete sexual, la chica escapa in extremis de los brazos del político y se refugia en un bar musical en el que se reúnen Midori y su banda. Ranko las encuentra pero Midori decide defender a la pobre chica y se niega a entregarla. Evidentemente, se inicia una nueva pelea y –por supuesto- no pasan ni dos segundoas antes de que ambas contrincantes dejen al aire sus tetas. Navajazos en topless que desembocan en la derrota de Ranko. Cuando esta llega al instituto, el administrador del Consejo se lo ha contado todo al director y este la azota para castigarla por lo ocurrido. En agradecimiento por lo que ha hecho Midori, Rata de Alcantarilla, le promete lealtad y le pide entrar en su grupo. Pero Midori no acepta. Y es que la chica tiene un secreto –lo cuenta una de las chicas de la banda con música de guitarra española de fondo-, y es que hace años, con ella presente, Midori vio como violaban y asesinaban a su discípula más querida. Desde entonces no ha aceptado más miembros en el grupo. Pero cuando Ranko atrapa a Midori y la tortura, Rata de Alcantarilla la libera atacando a las Demonios. A Midori entonces no le queda otra opción: aceptar a Harue y maquinar la venganza contra el corrupto administrador del Consejo y el director del instituto. Las chicas dan su merecido a los dos depravados, pero el director –un desagradecido que confiesa a Ranko que nunca la ha querido cuando esta se acerca a ayudarle- va en busca de su hermano, un delincuente profesional, para pedirle que elimine a Midori y sus amigas. El criminal se instala en el instituto fuertemente armado y se dedica a violar y a pegar a las alumnas, tomando el control del centro con el beneplácito del director. Cuando Midori se entera de que su compañera Harue está en peligro, aterrada por que pueda volver a ocurrir el episodio que la tiene traumatizada, corre hacia la escuela dispuesta a todo. En el camino se encuentra com Maki, que le ofrece su ayuda, pero ella la rechaza. El final de la historia dejaré que lo veáis vosotros. 
Así es, piltrafillas, os lo he contado casi todo. Pero es que el interés de Bloodbath in Pinky High –os confieso que conforme avanzaba la cinta me ha parecido más entretenida y mejores las interpretaciones- no está en el argumento, sino en dejarse atrapar por la historia y esas imágenes llenas de chicas semidesnudas hablando con voz ronca, imitando a los yakuza. Total amiguitos, que al final me ha gustado. Eso sí, estamos ante un exponente de pinku eiga adolescente que aun no sé si pretendía dar un homenaje al género sukeban o emularlo. Servíos un copazo de ron añejo –es lo que he hecho yo- y disfrutadla.

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