lunes, 2 de enero de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo sexto (IV)



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"Walking these dirty streets, with hate in my mind...". Ahora Gerard conducía su Opel Calibra, con Anna junto a él, escuchando la música a un volumen alto y rebasando el límite de velocidad de la Autovía de Lérida en unos cincuenta kilómetros por hora. En los asientos traseros viajaban Loli y Paco, que aguantaban a duras penas el tormento que para ellos suponía escuchar aquellas canciones. Los cuatro se dirigían a una masía en el término municipal de Barbens, en la provincia de Lérida. Como cada año desde su época de estudiantes universitarios, iban a reunirse con otros amigos, ex compañeros de clase. De todos ellos, Gerard era el único que profesaba un interés manifiesto por el Heavy Metal, por lo que era consciente de que su coche sería el único lugar esos días en el que podría escuchar la música que le gustaba.
Mientras conducía, pensaba en el fin de semana en el que iba a asistir a diversos espectáculos enmarcados en la Feria de Teatro de Tárrega, iba a disfrutar de la compañía de sus amigos y se iba a dedicar a comer y a beber en exceso. Pero ese año, además, iba a ser diferente. La especial excitación que notaba y los nervios que se agarrotaban en su vientre, así se lo hacían saber.

El grupo, que no había sufrido apenas cambios desde la primera vez, hacía ya unos diez años, que se había instaurado esa curiosa y simpática tradición de reunirse cerca de Tárrega. Paco y Loli estaban a punto de casarse, al igual que habían hecho ya Sara y David. Sin embargo, los matrimonios entre miembros del grupo no parecía que se fuesen a dar más allá de los dos casos citados. Víctor y Antonio, tenían pareja externa al grupo, Anna, la mujer de Gerard, tampoco pertenecía a éste y, ni Gemma ni Joan, los miembros restantes, parecían muy interesados el uno en el otro. De hecho, y en relación a ello Gerard siempre lo había intuido aunque no corroborado, era él quien en los últimos años parecía ser objeto del interés de Gemma. Lo cierto es que ya no le importaba, puesto que el amor que sentía por Anna era infinito y nada podía enturbiarlo.



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Cuando el Opel penetró en el jardín exterior de la masía y se detuvo ante el enorme portón de madera chapada que daba acceso al amplio patio interior de la casa, el Renault Clio que había aparcado sobre el césped indicó a los recién llegados que una parte de sus amigos ya estaba allí. Víctor, alertado por los ladridos nerviosos de Odín, el perro que guardaba la entrada y que permanecía atado casi siempre, no tardó en aparecer con su característica sonrisa de oreja a oreja. El chucho seguía ladrando. Aunque conocía a los amigos de su dueño, nunca evitaba enseñar sus colmillos de manera amenazadora. No había quien se le acercase, y eso que no era un animal grande. Su aspecto, además, era más bien débil y desaliñado, pero parecía que su estado mental no era todo lo equilibrado que cabía desear. Era lo que se dice un perro loco, vamos, y podía dar un buen susto si no se tomaban una serie de precauciones básicas. Y una de ellas era mantenerlo amarrado a su caseta con una gruesa cadena. Cuando Gerard vio que el animal se situaba a una distancia prudencial y parecía calmarse, abrazó a Víctor y le presentó a Anna, quien ya había cogido su maleta del portaequipajes y se dirigía hacia el portón en compañía de Paco y Loli. Luego, haciendo oídos sordos a los aullidos de Odín, los cinco atravesaron el patio.

La casa, una masía de dos plantas, era algo antigua, pero muy amplia. A la planta superior, que era la que debía ocupar el grupo durante su estancia allí, podía accederse tanto desde el interior como desde el exterior, en ese caso gracias a unas escaleras que ascendían entre el edificio principal y un anexo que albergaba las antiguas cuadras de mulas y las porquerizas. Gerard subió las escaleras aspirando profundamente el aire cargado del penetrante olor a estiércol que despedía un maizal próximo recién abonado.
- Aire puro -dijo con sorna.

Al final de la escalinata, en la amplia terraza cubierta de la segunda planta –antiguo almacén de grano-, el resto del grupo, con la única excepción de Antonio y Carme, estaba esperando. Los que acababan de llegar accedieron al estrecho, largo y oscuro pasillo que conectaba el baño - eufemística manera de nombrar a la estancia dotada de un retrete y dos lavamanos - con dos habitaciones y una reducida salita de estar. En ésta última, cada año había quien se dedicaba a jugar a las cartas a altas horas de la madrugada, mientras bebía licor de manzana o melocotón, o se dedicaba, incluso, a aplastar con el pie a alguna cucaracha que hubiese osado asomar su cuerpo queratinoso a través de alguna grieta. La salita constaba de tres puertas. Una daba a lo que antaño había sido una cocina. Otra permitía acceder a un pequeño almacén que tarde o temprano sería reconvertido en habitación. Y la última, cerrada a cal y canto, comunicaba la segunda planta con el piso inferior, el verdadero hogar de la encantadora y sufrida familia de Víctor.

Los colchones ya estaban dispuestos en el suelo de las dos habitaciones en las que debía alojarse una docena de personas. Gerard apoyó su maleta en un rincón de la primera estancia y se dispuso a acompañar a Anna a la primera planta para poderla presentar a los padres de Víctor, cosa natural siendo su primer año de asistencia a la casa.

Hechas las presentaciones de rigor, mientras su mujer conversaba animadamente, Gerard, distraído, evocaba imágenes que poco tenían que ver con aquella reunión de amigos.

3 comentarios:

Lai dijo...

22. ¿Heavy metal preparatorio? ¿Jodiendo al personal trasero del buga? ¡ji, ji, ji,! ¿A qué me suena esto?
¡Ojo! yo practico este ritual, con el fin de que no me pidan volver a llevar a la peña… ¡ji, ji, ji,!
“Lo cierto es que ya no le importaba, puesto que el amor que sentía por Anna era infinito y nada podía enturbiarlo.” : ^^
Me suena esto a otra guía vivencial… Masía… fiesturri… coleguitas [familia]… Lerida (que bonita es)
Odín me ha recordado a un h.p. que se nos fue, era un h.p. cabronazo con las visitas… cosa que adoraba en él, vamos, casi lo único.
Me gustan estas viejas casonas.
“…aplastar con el pie a alguna cucaracha que hubiese osado asomar su cuerpo queratinoso a través de alguna grieta.”: ¡Como mola!

¡Qué educadísimos por Dios!

¡”Na”” too” un royo transitivo!

Carmen de la Rosa dijo...

TAn lejos y tan cerca, en Barbens i per la fira! que güai!

King Piltrafilla dijo...

La de años que pasé por ahí. Le voy a decir un secreto. Los escritores aficionados -y aún más los malos escritores, como yo- acostumbran a echar mano de vivencias propias, que son más fáciles de describir que las inventadas. Hace años que no voy, pero Tàrrega, Barbens, Mollerussa... no me son tierras extrañas. Ah, y la masía existe, y está en Ivars d'Urgell.