domingo, 13 de febrero de 2011

La posesión de la enfermera Sherri








Por último, tras el estreno mainstream de corte serio y la película slasher gore para adolescentes, llega al blog el momento friki de la semana con La posesión de la enfermera Sherri –también conocida como Nurse Sherri, Black Voodoo, Killer’s curse y unos cuantos nombres más-, una cinta cutre de sexploitation de los 70 rodada con bajo presupuesto y pésimos actores. La historia bizarra que nos cuenta se inicia con unos seguidores de un culto de esos frikis que merecen todas las desgracias que les ocurran por el mero hecho de ser tan estúpidos –en realidad son solo seis acólitos los que atienden a las palabras de su líder- que están en medio del desierto vestidos con túnicas de flores, camisetas de tirantes o camisas anudadas sobre el vientre, todo muy 70’s o muy gay, según se mire. Hasta el lugar se ha desplazado el director del culto para honrar los restos del hermano William, que ha fallecido. En el transcurso de una ceremonia encaminada a devolverle a la vida, el predicador sufre un ataque al corazón –en realidad parece que William entra en su cuerpo- y es trasladado a un hospital. Una vez allí –sin que se nos explique cómo ha llegado en una ambulancia normal y corriente si estaba en un lugar indeterminado en medio de barrancos y cañones-, el espíritu maligno que le posee pasará a la enfermera Sherri –una descocada tetona amante de un médico- que iniciará un baño de sangre en el hopital mientras una de sus compañeras atiende a un jugador de fútbol americano con lesiones oculares que le enseña secretos de vudú -y otras cosas- para que pueda relacionarse con los muertos.




La posesión de la enfermera Sherri es una de esas cintas de sexploitation de bajo presupuesto en las que un argumento pretendidamente terrorífico se convierte en patético por culpa de la interpretación de actores de la peor calidad –bueno, la verdad es que Jill Jacobson tiene buenas tetas por lo que cuando pone cara de loca a nadie le importa si resulta creíble- y efectos especiales que dan pena –la escena de la posesión de Sherri por el ectoplasma verde es para provocarse el vómito- a la que se adereza con profusión de escenas softcore. En resumen piltrafillas, un producto típico setentero de ínfima calidad que con el tiempo ha adquirido cierta notoriedad entre el público friki amante de este tipo de películas. Y es que el único objetivo de esta cinta y de las que son como ella es divertir al personal, sin pretender logros artísticos ni que que ejercitemos demasiado las neuronas. Sí amiguitos, enfermeras enseñando las tetas que se meten en la cama de los pacientes –no me digáis que nunca habéis fantaseado con ello-, sangre y fantasmas, todo un regalo para disfrutar en domingo con un buen vaso de ron añejo –que no falte- mientras la familia dormita ante una películilla de Antena 3. A mi me ha parecido muy distraída, no sé lo que opinaréis vosotros.

2 comentarios:

Lai dijo...

5. que carica de satisfasao, por dios!

King Piltrafilla dijo...

Ah, su cara... no me había fijao!