Inicio mis reseñas cinematográficas del fin de semana con El libro de Eli, una película de ciencia ficción a ratos violenta ubicada en un futuro postapocalíptico que nos cuenta –en resumen, pues tampoco es que la historia de para mucho más- el camino de un hombre a través de paisajes devastados bajo la luz cegadora del sol en dirección al oeste como guardián de un misterioso libro que se convertirá en objeto del deseo de un desalmado tirano al que llaman Carnegie. Si me preguntáis si estamos antre una gran película, mi respuesta es bastante clara. Digamos que este cuento de una especie de colega futurista de Santa Teresa de Ávila, un tipo que oye voces interiores que le indican que tiene un objetivo en la vida que debe llevar a cabo sin temor porque en todo momento estará protegido por la providencia, no se aguanta por ninguna parte. Y si a eso le sumamos que el libro que da nombre a la cinta tiene muy poco de misterioso ya que enseguida se nos ofrecen claves para que, caso de ser medio tontos, no hayamos intuido su título al poco de aparecer este en pantalla, no hará falta que os diga lo que pienso de la cinta.
También es verdad que la fotografía es cautivadora –aunque adolece de un exceso de efectos digitales que en ocasiones son demasiado obvios- y que, aún teniendo un inicio algo lento, poco a poco va adquiriendo ritmo. Por otra parte, Washington y Oldman cumplen perfectamente representando su papel con la solvencia acostumbrada y hay escenas bastante logradas –la del gramófono en casa de George y Martha es de lo mejor de la película-, pero opino sinceramente que con una historia que no es nada del otro mundo y que parece una producción de Vatican Films para la promoción de la tradición cristiana con desenlace más que previsible e inverosimil no es suficiente para convertir una película en interesante. Es distraída, eso sí.
Por cierto –¡atención, no leáis esto los que aún queráis ver la película!-, no olvidéis posicionaros sobre si Eli tiene una verdadera fe “ciega” o si sólo la alcanza al final de la cinta.
PS. Arma que apunta al corazón de los débiles y los desamparados, definición que del libro de marras hace Carnegie en un momento de la cinta y una de las definiciones más iconoclastas de la mencionada obra que he oído nunca.
También es verdad que la fotografía es cautivadora –aunque adolece de un exceso de efectos digitales que en ocasiones son demasiado obvios- y que, aún teniendo un inicio algo lento, poco a poco va adquiriendo ritmo. Por otra parte, Washington y Oldman cumplen perfectamente representando su papel con la solvencia acostumbrada y hay escenas bastante logradas –la del gramófono en casa de George y Martha es de lo mejor de la película-, pero opino sinceramente que con una historia que no es nada del otro mundo y que parece una producción de Vatican Films para la promoción de la tradición cristiana con desenlace más que previsible e inverosimil no es suficiente para convertir una película en interesante. Es distraída, eso sí.
Por cierto –¡atención, no leáis esto los que aún queráis ver la película!-, no olvidéis posicionaros sobre si Eli tiene una verdadera fe “ciega” o si sólo la alcanza al final de la cinta.
PS. Arma que apunta al corazón de los débiles y los desamparados, definición que del libro de marras hace Carnegie en un momento de la cinta y una de las definiciones más iconoclastas de la mencionada obra que he oído nunca.
1 comentario:
molaaa!
Ps: su comentario
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