viernes, 25 de julio de 2008

McFarlane Toys


Ya va quedando claro, a poco que vayáis leyendo este blog, que soy un poco friki. En mi adolescencia compraba comics, discos de heavy metal y no tenía muchos amigos que digamos. Además, los pocos a los que podía llamar así no compartían ni una sola de mis aficiones. ¿Se puede ser más bicho raro? Pues sí amiguitos. No os he contado que, antes de que la vida de casado-con-hijos-hipoteca-y-sueldo-de-mierda me apartase del vicio, también me compraba muñequitos de McFarlane Toys. Ah, y no os lo creeréis, pero -como buen friki que soy-, para que no se echasen a perder, nunca los saqué de sus embalajes. Y así siguen hoy, en el fondo del armario, perfectamente guardados en sus cajas de plástico transparente, tal y como los compré. En ocasiones los miro y me maravillo del grado de perfección que rozan esos muñequitos. A veces, sin embargo, un destello de angustia nubla mi cerebro y me pregunto horrorizado por qué coño me gastaba el dinero en esas chorradas. Debe ser la edad.

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