Piltrafillas, quizás hayáis visto u oído hablar de las dos series de las que ahora os comentaré algunas impresiones. Ambas pertenecen a ese género que se ha dado en llamar reality show y que, como la expresión indica, pretenden reflejar de una manera más o menos fidedigna la realidad de las vivencias de una persona o grupo de estas. Pues bien amiguitos, ¿de qué os puede hablar un heavy rocker, un metal fan como yo anclado en los felices 80? Ni más ni menos que de dos formatos bastante parecidos. En el primer caso nos encontramos con Ozzy Osbourne, el pionero en dejar que las cámaras se instalasen en su casa para rodar las veinticuatro horas de su existencia. Y así es como este hombre controvertido, el músico intratable y adicto que llegó a mearse en El Álamo, este artista que -le pese a quien le pese- forma parte de la historia de la música del siglo XX con letras de oro, el co-fundador de Black Sabbath, adquirió tal fama que muchos norteamericanos que no le conocían ya le tratan como de la familia. Sí piltrafillas, este tipo -que decapitó a mordiscos una paloma en una reunión con su discográfica-, acicate de telepredicadores y neocristianos, fue incluso invitado a una cena organizada por George W. Bush, presidente de los Estados Unidos. Ahí es nada. Y todo gracias a este programa.
Pero, ¿qué es lo que podíamos encontrar en The Osbournes?. Pues bien, ni más ni menos que el deambular por la vida de Ozzy, un hombre en manos de su esposa y manager, Sharon, al que ni sus propios hijos -unos impresentables, maleducados y malcriados Jack y Kelly- hacen el más mínimo caso. Todo en esa casa -decorada con sumo mal gusto- es caótico. Excepto Ozzy, que acostumbra a sentirse cómodo enfundado únicamente en su chandal de deporte caminando por casa como si se moviese a cámara lenta, el resto de la familia grita, se exalta y comporta como verdaderos imbéciles. Y también vemos como Sharon es la que lleva las riendas de la vida y carrera de su marido, muy tocado física y psíquicamente a causa de diversos accidentes y adicciones. Para un seguidor de Ozzy Osbourne como yo, la serie supuso una ventana al día a día de un pobre hombre que ha hecho canciones con las que he crecido adquiriendo una fama a nivel mundial que le ha encumbrado al estrellato de la música pero que, en el fondo, ha perdido el norte. Sin embargo este hombre tiene todo mi respeto. Es Ozzy, amiguitos, olvidaos de la caricatura. Ahí debajo está un hombre que aparece en cualquier enciclopedia del rock que se precie de ser seria, y sólo por lo que ha sido ya merece nuestro reconocimiento. Hay quien se pregunta, ¿pero cómo puede este hombre seguir haciendo discos y conciertos? Sí, es verdad, no es ya lo que era. Su mente y su cuerpo hace tiempo que dejaron de estar al 100%, pero la respuesta es clara, ¿qué otra cosa le queda?
Pero, ¿qué es lo que podíamos encontrar en The Osbournes?. Pues bien, ni más ni menos que el deambular por la vida de Ozzy, un hombre en manos de su esposa y manager, Sharon, al que ni sus propios hijos -unos impresentables, maleducados y malcriados Jack y Kelly- hacen el más mínimo caso. Todo en esa casa -decorada con sumo mal gusto- es caótico. Excepto Ozzy, que acostumbra a sentirse cómodo enfundado únicamente en su chandal de deporte caminando por casa como si se moviese a cámara lenta, el resto de la familia grita, se exalta y comporta como verdaderos imbéciles. Y también vemos como Sharon es la que lleva las riendas de la vida y carrera de su marido, muy tocado física y psíquicamente a causa de diversos accidentes y adicciones. Para un seguidor de Ozzy Osbourne como yo, la serie supuso una ventana al día a día de un pobre hombre que ha hecho canciones con las que he crecido adquiriendo una fama a nivel mundial que le ha encumbrado al estrellato de la música pero que, en el fondo, ha perdido el norte. Sin embargo este hombre tiene todo mi respeto. Es Ozzy, amiguitos, olvidaos de la caricatura. Ahí debajo está un hombre que aparece en cualquier enciclopedia del rock que se precie de ser seria, y sólo por lo que ha sido ya merece nuestro reconocimiento. Hay quien se pregunta, ¿pero cómo puede este hombre seguir haciendo discos y conciertos? Sí, es verdad, no es ya lo que era. Su mente y su cuerpo hace tiempo que dejaron de estar al 100%, pero la respuesta es clara, ¿qué otra cosa le queda?
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