miércoles, 23 de julio de 2008

Equipaje


Piltrafillas, estamos en pleno periodo vacacional y muchos de vosotros utilizaréis -o habréis utilizado- el avión como medio de transporte para desplazaros a otros países. Si es así, no os será del todo desconocida la reciente normativa en lo que concierne al equipaje de mano y los artículos vetados a bordo de una aeronave. Sin embargo, es tal el desconcierto que aún reina entre los pasajeros de los miles de vuelos que surcan los cielos del planeta diariamente que multitud de ellos se ven obligados a dejar en tierra infinidad de artículos. O eso o no volar. Cualquiera puede entender que no se puede embarcar con una bombona de butano, pólvora o un AK47 –pongamos por caso-, pero que se deba separar del equipaje de mano e introducir en bolsas de plástico los botellines de agua, el desodorante o la pasta de dientes....
Acude a mi memoria la anécdota –anterior a la normativa- que me ocurrió en mi primer viaje a Japón, en 1992.


Había adquirido en el Kyoto Handicraft Center una espectacular Shogun katana. Ignorante de mi, y llevándola como equipaje de mano, al pasar por el control de Narita a punto de embarcar me vi rodeado de policías que abrieron el paquete y comprobaron una y otra vez la naturaleza del arma. Por poco pierdo el vuelo. Se me comunicó que el artículo en cuestión debía viajar en un departamento especial en cabina, bajo la tutela del comandante de la nave. Como era de esperar, tras veintipico horas de vuelo con transbordo en Madrid incluido –o en Frankfurt, ahora no recuerdo bien-, yo acabé en Barcelona y la espada en Londres. Una semana más tarde tuve que regresar al aeropuerto para recuperar el souvenir. Desde entonces, cuando visito otro país, me traigo de recuerdo un imán para la nevera. En resumen amiguitos, que si no queréis tener problemas dejad de una vez de separar artículos para la bodega del avión, artículos para el equipaje de mano y líquidos u otras substancias para las dichosas bolsitas de plástico. Pedid a un amigo que os meta en una Samsonite y que os facture a destino por peso. Os ahorraréis trámites y dinero. Eso sí, olvidaos de la comodidad, los cacahuetes y el “suculento” catering de a bordo.

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