sábado, 23 de mayo de 2009

Gemidos de placer





Voy a hablaros ahora de nuevo de Jesús Franco, de quien –siendo habitual del blog- hacía ya tiempo que no os contaba nada. Para la ocasión he escogido Gemidos de placer, una película clasificada S de 1983 que comienza con un guitarrista tocando fandangos con el peñon de Ifach al fondo. De pronto se amplía el plano y vemos a un cadáver desnudo flotando boca bajo en una piscina de azules aguas, la música se torna tétrica y un rótulo en la pantalla nos advierte que la historia esta inspirada en relato del Marqués de Sade. No hay duda amiguitos, Jesús Fraco y su inseparable Lina Romay nos han preparado algo friki, casposo y erotico, seguro. Se inicia la historia y una voz en off –patética amiguitos, una especie de representación vocal sobractuada más cercana a un infame culebrón radiofónico que a una película, aunque sea del Tío Jess- nos hace entender que el de la guitarra ha empujado al agua a su amo. En ese momento intuimos que la historia tomará unos derroteros que nos transportarán a relaciones de sumisión y dominacion. Es entonces cuando hay un salto atrás en el tiempo y vemos de nuevo al guitarrista de inteligencia limitada –no utilizo otro apelativo para ser benévolo- tocando su instrumento de cuerdas al borde de la piscina de un chalet.




Cuando a la casa llega un tal Antonio, el dueño de la mansión con la imprescindible Lina Romay –en el papel de Julia- a su lado, este trata al guitarrista de una manera que no deja dudas sobre la relación particular que mantiene con él. Es decir amiguitos, que la única diferencia entre el amigo Fenul –que así se llama el sujeto- y un cocker spaniel es que el segundo no podría torturar nuestros oídos tocando la guitarrita. Conocemos también a Marta, la empleada que vive en la casa y que –según sus palabras- lo es todo, desde secretaria hasta amante de su señor, que vive con la familia desde que Antonio la violó a los doce años. Muy edificante. También nos enteramos de que existe una señora de la casa –quien llega esa misma noche después de pasar un tiempo en el manicomio- y de que Julia y Antonio planean asesinarla junto con la sirvienta. Sin embargo, no todo es lo que parece en esa casa en la que la lujuria rige las vidas de los que allí viven y en donde señores, sirvienta e invitada se abandonan al placer mientras el friki de la piscina –una suerte de acompañamiento musical en vivo para el sexo en grupo- toca con cara de pasmo su guitarra. Claro que si conocemos medianamente la obra del realizador madrileño podemos imaginar perfectamente como acabará todo. Amiguitos, una película que como ya os he dicho fue clasificada S, de lo peorcito que he visto en mi vida. Total piltrafillas, únicamente recomendada para estudiosos de la obra de Jesús Franco y frikis que como un servidor son capaces de tragarse lo bueno, lo malo y lo peor de este icono de la cinematografía casposa española de la segunda mitad del siglo XX.

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