Llegados al American Museum of Natural History, nos proponemos a) pasar un rato al abrigo de su aire acondicionado y b) descansar un poco los pies, aunque en un museo de tal envergadura no resulta fácil. Debo decir que el tema dinosaurios –era por lo que quería visitarlo mi esposa– no me llama demasiado la atención, aunque en mi opinión el verdadero punto fuerte del museo sean los extraordinarios dioramas de animales a tamaño natural que se pueden observar. Una verdadera pasada. Tras abandonar el lugar, nos disponemos a trasladarnos en metro a la zona del hotel para comer en el Seamore’s de Nolita –en mi caso, un estupendo sandwich de langosta– antes de hacer una breve siesta.
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