domingo, 25 de noviembre de 2012

Salvajes


Le pongo la guinda al fin de semana –cinematográficamente hablando- con Salvajes, la última cinta de Oliver Stone en la que la violencia y la visión crítica hacia una sociedad corrupta empapada en hipocresía son el leit-motiv de la historia, una historia fascinante basada en la novela de Don Winslow que aquí figura como co-guionista. El argumento nos cuenta como dos amigos de la infancia regentan desde su mansión en Laguna Beach un lucrativo negocio de tráfico de marihuana. Ben, antiguo estudiante en Berkeley especializado en comercio y botánica, budista, pacífico y sensible y Chon, ex-miembro de los SEAL, veterano de Afganistán -de donde regresó rico y sin alma-, un tipo violento y resolutivo. El uno, con una visión romántica y ecologista del cultivo de la marihuana, que invierte parte de los beneficios en fundaciones en Asia y África. El otro, un soldado, que mantiene el entramado sin fisuras y controla a los colaboradores, el protector del negocio y el que lo atiende cuando Ben va por el mundo a hacer de filántropo. Junto a ellos, Ofelia –a la que llaman simplemente O-, una joven que comenzó ayudándoles en las labores de cultivo de marihuana años atrás y que ahora protagoniza un trío de sexo y amistad que subsiste sin problemas. Para ella, Ben hace el amor y Chon folla, son madera y acero, los ama por igual y juntos forman en hombre perfecto. 
La vida de los tres puede considerarse idílica... hasta que un cartel mexicano de la Baja California a las órdenes de Elena La Reina Sánchez se instala en la zona y –tanto por la extraordinaria pureza del material de Ben y Chon como por los problemas con la ley y los competidores que sufre en su país- exige que se asocien a ella. Cuando los dos amigos deciden dejarlo todo y desaparecer antes que enfrentarse al cartel del que no quieren formar parte, la despiadada Elena ordena a su sanguinario hombre de confianza –Lado, un degenerado en un papel dicotómico de asesino, torturador y maltratador pero también padre de familia tradicional, preocupado por el bajo nivel al baseball de su hijo y la manera de vestir de su hija, que quiere para ellos un futuro mejor que el que ha conseguido él- que ataque el punto débil de la pareja, su amante Ofelia. Entonces Ben y Chon tendrán que pedir la ayuda de un agente de la DEA corrupto y manipulador para comenzar una espiral de violencia dispuestos a liberar a su amiga. 


Salvajes nos muestra en casi dos horas y media el mundo de las relaciones entre políticos mexicanos, abogados estadounidenses, los cárteles de la droga y los policias de la DEA en nómina de los narcotraficantes, un mundo salpicado de mentiras y traiciones en el que todo el mundo pretende sobrevivir y enriquecerse intentando hacer ver que las muertes no existen. Y al frente de todo, Elena, una asesina que reprime sus sentimientos y vive recluida en su mansión de Tijuana pese a tener propiedades en los Estados Unidos –o gringolandia, como ella les llama-, Zurich y Londres, obsesionada por la seguridad de su única hija. En Salvajes no vemos drogadictos ni la parte oscura y triste del negocio y en lugar de mostrarse a los narcotraficantes como hombres armados, el cartel aparece como un proveedor de servicios. Préstamos a bajo interés, protección, seguros, lavado de capitales... las cuadrillas de hombres armados –que también las hay y actúan de manera salvaje cuando les toca- trabajan parejas a una legión de abogados que aseguran que los beneficios se incrementen. En resumen piltrafillas, que Salvajes está más que recomendada por este que os escribe. Sangre, acción, una fotografía excelente, un montaje enérgico, una historia atractiva y unos personajes que harán vuestras delicias. Una Blake Lively normalita, unos Taylor Kitsch y Aaron Johnson más que aceptables, un notable Travolta –sobre todo cuando se pone vehemente y charlatán-, una magnífica Hayek –grande en la escena en la que saca a relucir su raza y reprende a Lado gritándole en español no olvides la teta que te dio de mamar, pendejo- que en ocasiones da verdadero miedo pese a su fragilidad. Y enorme Benicio del Toro como el insensible, sanguinario pero listo lugarteniente de la organización. Atentos al cameo del realizador en una escena en la que parece imitar a Gene Kelly. Total, que os espera una cinta larga, de esas que están llamadas a ocupar una tarde amena con patatas fritas, cervezas, cacahuetes y palomitas con amigos o la familia en el sofá de casa, al abrigo del frío y la humedad. Eso sí, el final es de los más tramposos que he visto. Redondea la película una variada banda sonora en la que encontramos temas como el Do ya de Jeff Lynne junto a otros menos conocidos.

No puedo despedirme sin adjuntar un par de imágenes de las dos chicas de la cinta, dos bellezas de diferente estilo.

2 comentarios:

desdeAndorra... dijo...

La vi en el cine en una de esas tardes de desconexión cerebral que todo buen padre y marido necesita y me lo pasé pipa.

Me encantó Salma Hayek y la otra del lunarcillo que es para ponerle un piso en Torrevieja pero, si dejamos de pensar con la entrepierna, Benicio del Toro se come la pantalla y ensombrece a todos los demás, como siempre.

Un sanísimo entretenimiento palomitero como usted dice.


Por cierto, hablando de palomitas, yo odio en lo más profundo de mi ser que se coma en el cine y, hace unos meses en una formación que tuve que hacer en Barna, descubrí un reducto galo en forma de pequeño cine en el centro de la ciudad.

La entrada que me dieron ya era de museo y cuando vi el cartel de prohibido comer y beber en la sala creí entrar en un templo del séptimo arte. Sólo me faltaban las volutas de humo, y yo haciéndolas claro.

A todo esto, vi Los Idus de Marzo en V.O.S. y me encantó. Y el cine era el Melies.

Tiene usted suerte de tener acceso a lo que desee en esa gran ciudad.

Disculpe el ladrillo, sólo me apetecía comentarlo.

King Piltrafilla dijo...

Al contrario hombre, le agradezco el comntario.

Yo no estoy en contra de que se coma -forma parte de la liturgia-, pero sí del ruido.