lunes, 1 de junio de 2009

Mon Amour






Hoy quiero contaros algo sobre Mon Amour, película del cineasta Tinto Brass que explica como la esposa de un escritor insatisfecha sexualmente entabla una relación con un gigoló. Podría extenderme más, pero es que la cinta tampoco es que tenga mayor argumento. Sí, resulta que la protagonista tiene un diario, que el marido lo acaba descubriendo... pero tampoco queda muy claro –o sí- si a éste le importa mucho o no lo que ocurre.

De Brass ya os hablé hace unos meses con motivo del comentario que publiqué sobre El hombre que mira, por lo que ya sabéis lo que opino de él. Cierto es que tanto aquella como La llave secreta me dejaron impresiondo cuando las vi por primera vez, más que nada por su alto contenido erótico, pero dejando a un lado el componente nostálgico la verdad es que en la actualidad este hombre me harta un poco. Sí amiguitos, Russ Meyer hacía películas en las que tomaban protagonismo el humor, la sátira de unos estereotipos muy marcados en ciertas zonas de su país y –por descontado- los cuerpos exhuberantes, alegres y desprovistos de vergüenza de preciosas jóvenes que se unían con el entorno en una simbiosis casi naturista. Otro de los realizadores frikis que me gustan –cada uno en su estilo- es Jesús Franco, autor de cintas bizarras, eróticas, casposas y –muchas veces porque no se entiende bien qué quería decir con ellas- misteriosas. Es decir piltrafillas, que ante este par de autores uno ya sabe lo que va a ver. Pues bien, cuando nos preparamos para ver una película de Tinto Brass también sabemos lo que veremos, pero me irrita que el realizador quiera vestir su obra con una intelectualidad que no viene al caso. Y entonces me diréis, ¿por qué deberíamos ver una película de este hombre? Simple y llanamente para ver culos, tetas y coños. Habrá quien diga que soy corto de miras, que no profundizo, que soy un paleto o un iletrado y que el trasfondo de las propuestas de este tipo oculta conceptos filosóficos de gran riqueza. No lo creo pero -aún dando eso por bueno- cuando quiera poner a trabajar a mis neuronas con el análisis de ideas escondidas entre líneas me leeré de nuevo la Crítica de la razón pura. Hasta entonces seguiré opinando de Brass que es un pretencioso. Sin embargo me debo a vosotros, así que –para todos aquellos que no conozcáis esta obra y queráis saber algo de ella antes de decidiros –o no- por verla, os voy a comentar Mon Amour de manera breve.




Piltrafillas, no sé si será el doblaje o es que el guión es así de malo, pero los diálogos de esta cinta que se aleja del erotismo o softporn para caer sin disimulo en una pornografía chabacana que pretende ser elegante son infumables. El trabajo de los actores –llamarles así es abusar del idioma- es plano, de un tono chulesco el de ellos y de putón el de ellas, con una protagonista que durante toda la historia se comporta como una perra encelada. Total amiguitos, que al final el cornudo saca al macho italiano atávico que lleva dentro y por fin hace regresar al redil a su sumisa esposa sodomizándola. Para pornógrafos poco exigentes –aquí encontraréis sodomía, cunninlingus, masturbaciones femeninas y una felación tan mal rodada que se nota que en realidad es fingida y no tiene lugar- o estudiosos de la obra del realizador italiano. Además –llamadme friki-, durante todo el metraje me he estado acordando de Berlusconi y el tipo de hombre que representa. Penoso.

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