Saludad a un maestro, amiguitos. Es la hora de hablaros de Antonio López García, sublime pintor y escultor español –aunque a mi siempre me ha gustado mucho más su pintura- que ya ha cumplido los 72 años. Sin poderlo enmarcar al 100% en la corriente del hiperrealismo norteamericano o el realismo europeo reciente, no pude negarse que tiene muchos puntos en común con dichos estilos.
Una muestra de su carácter la da el hecho de que con 19 años, marchó a Italia, en donde pudo ver al natural las obras de la pintura renacentista que tanto idolatraba y que hasta el momento sólo había visto en fotografías de libros. El resultado fue que le decepcionaron tanto que regresó a Madrid y se centró en el estudio de los clásicos españoles, en especial el gran Velázquez.
Otro ejemplo es el que puede verse en la película El sol del membrillo, de Víctor Erice. En ella se retrata el proceso creativo de Antonio López mientras pinta un simple retrato de los frutos de un membrillero que había en el jardín de su casa. El tipo se dedica a calibrar y estudiar cada detalle por nimio que parezca, con lo que pintar una rama o una hoja se convierte en algo que puede durar días. Pues bien. A mitad de la película, con el cuadro medio hecho, no recuerdo ahora si era por la luz –que había cambiado su incidencia sobre los frutos- o qué exactamente, Antonio rechaza lo que había pintado hasta el momento y vuelve a comenzar de nuevo. Increíble. Algo que yo hubiese pagado por pintar, va el tío y dice que no refleja correctamente la luminosidad del lugar y que tiene que volver a empezar. Por detalles como ese tiene el premio Príncipe de Asturias de las Artes, ...y mi admiración.
Una muestra de su carácter la da el hecho de que con 19 años, marchó a Italia, en donde pudo ver al natural las obras de la pintura renacentista que tanto idolatraba y que hasta el momento sólo había visto en fotografías de libros. El resultado fue que le decepcionaron tanto que regresó a Madrid y se centró en el estudio de los clásicos españoles, en especial el gran Velázquez.
Otro ejemplo es el que puede verse en la película El sol del membrillo, de Víctor Erice. En ella se retrata el proceso creativo de Antonio López mientras pinta un simple retrato de los frutos de un membrillero que había en el jardín de su casa. El tipo se dedica a calibrar y estudiar cada detalle por nimio que parezca, con lo que pintar una rama o una hoja se convierte en algo que puede durar días. Pues bien. A mitad de la película, con el cuadro medio hecho, no recuerdo ahora si era por la luz –que había cambiado su incidencia sobre los frutos- o qué exactamente, Antonio rechaza lo que había pintado hasta el momento y vuelve a comenzar de nuevo. Increíble. Algo que yo hubiese pagado por pintar, va el tío y dice que no refleja correctamente la luminosidad del lugar y que tiene que volver a empezar. Por detalles como ese tiene el premio Príncipe de Asturias de las Artes, ...y mi admiración.
1 comentario:
Por fin algo digo.
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