Recientemente he dicho que durante una época me dio por comprar libros de la editorial TASCHEN dedicados a pintores y fotógrafos que me atraían. Pues bien, uno de esos libros era el dedicado al austríaco Gustav Klimt, exponente –máximo diría yo- del Modernismo de Viena. Una de las características de la obra de este pintor, escultor y dibujante que la hacen fácilmente identificable aún para el público poco versado en arte, el la utilización –en ocasiones excesiva a mi modo de ver- del pan de oro. Sus pinturas reflejan el universo femenino y su sexualidad, utilizando para ello a modelos que provenían tanto de la burguesía vienesa como del mundo de la prostitución. Como triste anécdota, contaros que el III Reich confinó muchas de sus obras en un castillo y que, al final de la II Guerra Mundial, viendo que los aliados se acercaban, lo quemaron para que las pinturas de Klimt no fuesen aprovechadas. Si humanamente aquellos desalmados ya habían quedado retratados, la acción también echa por tierra el pretendido interés cultural de los nazis.
martes, 22 de julio de 2008
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