La verdad piltrafillas es que no sé por qué me he acordado ahora, pero os quiero hablar de una serie que me impactó positivamente hace ya un buen montón de años, exactamente en 1981, el mismo año en el que un grupo de Guardias bajo el mando del Teniente Coronel Antonio Tejero, quisieron perpetrar un golpe de Estado secuestrando al Gobierno y diputados españoles. Muchos de vosotros no habíais nacido. Pero dejemos la historia reciente del país y centrémonos en la serie que os voy a recomendar.
Se trata de Retorno a Brideshead, basada en una novela homónima que no tengo el gusto de haber leído. En esta serie –protagonizada magistralmente por Anthony Andrews y Jeremy Irons-, se cuenta como el capitán Ryder, al regresar a la retaguardia en Gran Bretaña durante la segunda Guerra Mundial, se aloja con sus hombres en el castillo de Brideshead, lo que le trae recuerdos de juventud, cuando siendo estudiante en Oxford se hizo amigo de Sebastian, el heredero de la rica familia propietaria del lugar. Fue la primera vez que fui consciente de que existía algo llamado amor gay, aunque entonces mi madre decía “de afeminados” y yo “maricones”. Ahora somos más tolerantes y utilizamos curiosos eufemismos de origen anglosajón para decir lo mismo. Que bien, ¿no?.
La serie –no lo dudéis- era preciosa, de verdad. Si tenéis ocasión –y no sois fans de Chuck Norris o Jean-Claude Van Damme- visionadla. Quizás haya perdido parte de su encanto con los años, pero es un exponente clarísimo de las producciones británicas de calidad.
Se trata de Retorno a Brideshead, basada en una novela homónima que no tengo el gusto de haber leído. En esta serie –protagonizada magistralmente por Anthony Andrews y Jeremy Irons-, se cuenta como el capitán Ryder, al regresar a la retaguardia en Gran Bretaña durante la segunda Guerra Mundial, se aloja con sus hombres en el castillo de Brideshead, lo que le trae recuerdos de juventud, cuando siendo estudiante en Oxford se hizo amigo de Sebastian, el heredero de la rica familia propietaria del lugar. Fue la primera vez que fui consciente de que existía algo llamado amor gay, aunque entonces mi madre decía “de afeminados” y yo “maricones”. Ahora somos más tolerantes y utilizamos curiosos eufemismos de origen anglosajón para decir lo mismo. Que bien, ¿no?.
La serie –no lo dudéis- era preciosa, de verdad. Si tenéis ocasión –y no sois fans de Chuck Norris o Jean-Claude Van Damme- visionadla. Quizás haya perdido parte de su encanto con los años, pero es un exponente clarísimo de las producciones británicas de calidad.
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