Hoy quiero dejar patente mi desprecio por uno de esos diseños que se han convertido en imagen de marca de un emporio billonario. Me estoy refiriendo a Hello Kitty, esa mierda de gata edulcorada y pusilánime que hace ya treinta años diseñó una tal Ikuko Shimizu para estampar su imagen en un monedero para niñas y que, además de acabar decorando carpetas y libretas de las pequeñas féminas más bobas de nuestro entorno, ha llegado incluso a convertirse -atención, lo que vais a leer no es broma aunque lo parezca- en embajadora de la UNICEF. La culpable de todo ese éxito no fue su madre artística, sino una tal Yuko Yamaguchi, que le dio nombre a la criatura y la introdujo en una sociedad dispuesta a consumir una ingente variedad de productos ñoños. Pero sí -oh sacrilegio- hasta existe un modelo de Fender Stratocaster Hello Kitty de color rosa!.
Así que esta gatita imbécil, que vive en Londres con su familia y sus amiguitos -hipócrita exaltación de la amistad y la fraternidad- ha llegado a convertirse en mi particular icono pesadilla. Por ello os pido ayuda, Stop the madness, Kill the cat!
Así que esta gatita imbécil, que vive en Londres con su familia y sus amiguitos -hipócrita exaltación de la amistad y la fraternidad- ha llegado a convertirse en mi particular icono pesadilla. Por ello os pido ayuda, Stop the madness, Kill the cat!
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