domingo, 24 de abril de 2016

Maggie


Mi segunda reseña de hoy va para Maggie, debut en la realización de largometrajes de Henry Hobson, un tipo que ha dedicado su carrera a la dirección y diseño de titulos de crédito. Protagonizada por Arnold Schwarzenegger y la joven Abigail Breslin –fantástica su participación en la genial Little Miss Sunshine, a la que ya dediqué una brevísima entrada en este espacio, o Zombieland, que también pasó por aquí–, este guión de John Scott 3, otro debutante en el mundo del séptimo arte, nos cuenta la historia de Wade Vogel y su hija Maggie, infectada por el necroambulis, un devastador virus que se extiende en un mundo en estado de sitio que se está yendo al carajo. Como en The Walking Dead, aunque sin el tremendismo gore ni la violencia de esta, el virus se contrae si un infectado muerde a su víctima, convirtiéndola en una especie de muerto en vida que, cual animal salvaje, es incapaz de reconocer a sus congéneres y los ataca para satisfacer su hambre. Tan pronto como alguien resulta contagiado, las autoridades inician un seguimiento que en todos los casos, más pronto que tarde, acaban con el enfermo llevado a lo que eufemística y oficiamente se conoce como Cuarentena, que no es otra cosa que centros en los que se apilan los infectados, en ocasiones devorándose entre ellos, hasta que se les administra un cóctel químico que acaba con ellos. Pero, aunque la enfermedad está muy avanzada en Maggie, gracias al doctor Kaplan –en la película no se explica la razón, supongo que tiene que ver con el pasado y la muerte de la primera mujer de Wade– consigue eludir el protocolo y evitar su ingreso en Cuarentena. Wade está decidido a permanecer con su amada hija en su granja en medio de un devastado Missouri hasta que se produzca lo inevitable. 


Amiguitos, no os quedéis en lo anecdótico –el sobado tema zombi– y tomad conciencia del verdadero argumento de la cinta. Maggie es la historia de un padre asistiendo a la enfermedad terminal de una hija, incapaz de curarla, corriendo el riesgo de contagiarse y teniendo que decidir si al final será capaz de poner fin a su sufrimiento de manera drástica. Es decir, que el argumento es mucho más serio y profundo de lo que parecía en un principio, quizás demasiado como para ventilar la historia en poco más de hora y media con Schwarzenegger como protagonista. No me entendáis mal, en realidad Arnold está muy convincente en esta ocasión y transmite bien la angustia por la que está pasando. Pero no ahonda en los matices que las distintas caras de esa desgracia provocan en su vida y en la de los que le rodean. Además, no olvidemos que la enferma es Maggie, y parece que esta acepta su destino mucho más serena que su padre, más asustado quizás por el acto extremo al que se ve abocado que por la enfermedad de la chica en si. En resumen, que Maggie tiene una fotografía estéticamente atractiva aunque grisácea, lúgubre y llena de penumbras y anocheceres, que junto al acompañamiento de la triste música de David Wingo y el propio argumento, no resulta precisamente un divertimento palomitero. Pese a todo, os la recomiendo. Y llamadme blando, nenaza o que me hago mayor... pero cuando he acabado de verla, he sentido una necesidad irrefrenable de darle un fuerte y prolongado abrazo a mi hija, que tiene aproximadamente la misma edad que Maggie.

2 comentarios:

JLO dijo...

llegué a la mitad y no ma animé a seguir viéndola.... tengo dos nenas y soy mas flojo que vos parece je...

King Piltrafilla dijo...

Jajajaja