Acabo de ver The Happening, la última película de M. Night Shyamalan, el inconstante realizador de El sexto sentido, capaz de obras brillantes y de inmensos bodrios. Pero como para gustos... los colores, lo mejor que se puede hacer con este hombre y sus películas es no fiarse de los demás –así que tampoco me hagáis mucho caso- y afrontar cada nueva cinta sin prejuicios. Ya habrá tiempo después para ponerle a caer de un burro o admirarle.
En fin, que la historia arranca con un bucólico día neoyorquino que –de golpe y porrazo- se convierte en una pesadilla. La gente comienza a suicidarse en masa amiguitos. No recuerdo yo otra película de Shyamalan que tenga unas imágenes tan impactantes. Mientras, en Philadelphia, un profesor le cuenta a sus alumnos como las abejas productoras de miel están desapareciendo sin rastro a lo largo y ancho del país. De esta manera comienza esta The Happening –en España se tituló El incidente-, una inquietante historia en la que el peligro, los malos, la amenza no son los demás. Es decir, aquí no hay un grupo de zombies que te persiguen o unos infectados que te pueden contagiar, aquí eres tú mismo el que de pronto, atacado por algo intangible y misterioso, decides quitarte la vida.
En fin, que la historia arranca con un bucólico día neoyorquino que –de golpe y porrazo- se convierte en una pesadilla. La gente comienza a suicidarse en masa amiguitos. No recuerdo yo otra película de Shyamalan que tenga unas imágenes tan impactantes. Mientras, en Philadelphia, un profesor le cuenta a sus alumnos como las abejas productoras de miel están desapareciendo sin rastro a lo largo y ancho del país. De esta manera comienza esta The Happening –en España se tituló El incidente-, una inquietante historia en la que el peligro, los malos, la amenza no son los demás. Es decir, aquí no hay un grupo de zombies que te persiguen o unos infectados que te pueden contagiar, aquí eres tú mismo el que de pronto, atacado por algo intangible y misterioso, decides quitarte la vida.
Bien rodada, ágil, amena, ...pero a la mitad de la película ya sabía la respuesta. Y es que Shyamalan se empeña en hacer siempre lo mismo, por un lado te muestra un misterio y a la vez te da pistas sobre él. Hay que estar muy poco atento –o demasiado metido en la historia- para no ver lo que ocurre periféricamente y darse cuenta del engaño o mensaje oculto.
Cuando vi El sexto sentido, detrás de mi tenía a tres mujeres de mediana edad, de esas que no paran de hablar. Que si Bruce Willis estaba guapo, que si en esa película actuaba bien, que si “repíteme que ha dicho que no le he oído”... Total, que esperé el momento justo y me giré para decirles “va a ser que está muerto y sólo le ve le niño”. Se callaron de golpe.
En otra ocasión, viendo con unos amigos El bosque –una fotografía preciosa-, estos no paraban de criticarme porque les había llevado a verla. Según ellos era un tostón insoportable. Pues bien, en el momento justo también les dejé caer uno de mis “va a ser que...” y les despanzurré el final. Pues bien, en esta ocasión no voy a hacer lo mismo –me debo a mis piltrafillas-, pero os aseguro que no soy especialmente despierto y aún así he captado el mensaje. Así que, si aún no la habéis visto, os la recomiendo. Eso sí, no la afrontéis como yo hago ante cada nueva película de Shyamalan, no queráis averiguar antes de tiempo el secreto que esconde porque lo acabaréis adivinando, os lo aseguro.
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