Ya hacía tiempo que no veía una cinta del tío Jess, es decir, nuestro prolífico Jesús Franco. Así que ayer noche me decidí por seleccionar Justine, la película para la cual Franco contó con los mayores recursos económicos y el más famoso elenco de actores de toda su carrera. Eso –que en principio podría parecer una bendición- fue la principal causa de que la película en cuestión se convirtiese en una enorme basura.
Sí amiguitos, cuando Jess rodaba con cuatro duros, hacía las películas que él quería. Sin embargo, cuando un productor adinerado lleva las riendas de una cinta en la que –además- aparecen Jack Palance, Mercedes McCambridge o Klaus Kinski, el realizador acostumbra a tener las manos atadas en cuanto a creatividad se refiere. Total, que –como ya os he avanzado- la película me ha parecido un enorme, pesado y aburrido tostón en el que –para más inri- se echan en falta las acostumbradas escenas de sexo casposo con las que Franco nos acostumbra a deleitar.
El argumento nos cuenta que el Marqués de Sade escribe desde prisión, atormentado por sus fantasmas, la historia de Justine y Juliette, dos hermanas de buena familia que a causa de un hecho desgraciado ven como sus vidas se separan, convirtiéndose Juliette en prostituta y Justine en una ingenua de la que abusan diversos pervertidos. Lo que ocurre es que para el papel de Justine el productor cambió a la actriz que Jesús Franco tenía en mente –se supone que alguien más voluptuoso y sensual- por la edulcorada y sosa Romina Power. El director cuenta que, cuando telefonéo indignado al productor para decirle textualmente que “con esa mema yo no puedo hacer un Sade, todo lo más un Walt Disney”, aquel le contestó que era una buena idea y le colgó.
En definitiva, que no os recomiendo su visión. Si queréis adentraros en la bizarra obra del tío Jess, escoged cualquiera de las cintas que os he recomendado anteriormente. Por mi parte voy a buscar un nuevo título para ver en el futuro. Me niego a quedarme con el recuerdo de este despropósito. Por cierto –ya que estos días todo el mundo habla de la cinta de Woody Allen rodada en Barcelona-, os diré que los escenarios exteriores que aparecen en Justine son –entre otros- el Park Güell, la Catedral y el Castillo de Montjuic de la capital catalana.
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