Pues sí, un año más toca publicar otro de esos reportajes fotográficos de mis vacaciones estivales. Los que me seguís desde hace tiempo ya los habréis sufrido y sabréis que, pese a ser más ateo que Nergal, me encanta la imaginería religiosa, los retablos, las vidrieras de colores... así que vais a andar sobrados de iglesias. Tantas que al final me ha costado identificar a cual correspondía cada imagen. Es lo que hay. Bueno, eso y street art, arquitectura o gnomos, que tampoco van a faltar en esta turra sobre la semana y media que hemos pasado entre la Pequeña Polonia, la Baja Silesia y Mazovia. Así que... cap a Polònia, tito.
Lo primero que hicimos al llegar a Cracovia fue visitar la calle de San Florián, animada arteria comercial que va desde la Puerta de San Florián hasta la plaza principal de la Ciudad Vieja. Recorrimos la zona de las antiguas murallas, visitamos la Iglesia de la Transfiguración, paseamos por Planty, el cinturón verde que rodea el casco antiguo, y llegamos hasta la estatua dedicada a la Batalla de Grunwald.
Después de comer y descansar del viaje, tomamos el camino contrario y encaminamos nuestros pasos hacia el Vístula a través de la avenida Józefa Dietla, que hace de frontera con el histórico barrio judío de Kazimierz, y dimos un largo paseo por la orilla del río hasta llegar al puente del Padre Bernatek, al que hace unos años se añadieron esculturas acrobáticas que se balancean con el viento.
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