A finales de la semana pasada, en ese vasto mundo de conocimiento no siempre enriquecedor que es internet, me encontré con un cocinero que afirmaba haber servido en el palacio de Kensington cuando residía en él la Princesa de Gales Diana Spencer, elevada al olimpo de las estrellas inmortales con el alias de Lady Di. Pues bien, resulta que –sin duda influenciados por el talante de su madre, toda una rara avis en el encorsetado día a día de la corte británica– los príncipes William y Harry se pirraban por uno de los platos que este cocinero les hacía, que no era otro que el humilde y poco refinado Cottage Pie, una bomba calórica que este fin de semana me ha dado por cocinar. Y es que con el confinamiento, uno debe buscar –aunque sea en las páginas finales de la revista Lecturas o en la mencionada internet– recetas que le ayuden a salir de la monotonía, aunque como en esta ocasión, el nombre esconda lo que no deja de ser el típico pastel de carne. Pero vamos allá.
Lo primero es hacer una bechamel, aunque sin leche. Ponemos mantequilla a derretir, añadimos medio vaso de harina, mezclando bien hasta hacer una pasta y le vamos añadiendo poco a poco, removiendo para que no se formen grumos, el contenido de un cazo en el que habremos disuelto una pastilla de caldo de carne en dos vasos de agua caliente. En teoría hay que echarle también un chorrito de salsa Worcestershire, pero como no tenía, le he echado salsa de soja. Hay que improvisar. Una vez tenemos una bechamel consistente, reservamos.
Picamos o rallamos –yo prefiero lo segundo– una cebolla o dos, dependiendo del tamaño, un diente de ajo y medio tomate. Cuando dore, añadimos carne picada –para tres personas he puesto 500 gramos–, albahaca, sal y pimienta. A media cocción, añadimos medio vasito de vino negro y dejamos reducir. Finalmente, añadimos a la carne la bechamel y seguimos cocinando a fuego lento. Luego reservamos lo que vendría a ser una papilla de carne.
Entonces hacemos el puré de patata. Yo he ido a lo fácil, es decir, sobre de puré en copos y las medidas del fabricante en lo que se refiere a agua y leche, aunque una de las raciones la he cambiado por nata líquida. Sal, pimienta, nuez moscada, mantequilla, todo revuelto y –como último paso– una yema de huevo.
Lo mejor es hacerlo a primera hora de la mañana para que vaya cogiendo todo consistencia y, a la hora de comer, disponer la pasta de carne en una fuente de horno, extender el pure por encima con una manga pastelera o con una cuchara grande y mucho cuidado, alisando para que quede bien presentado. Luego ponemos cheddar rallado por encima y gratinamos.
Y ya está, piltrafillas, otro de esos platos que podéis encontrar en este blog y que tienen mi sello de aprobación. Yo lo he maridado con un Elefant Blanc del Montsant, que guarda una excelente relación calidad precio.
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