viernes, 8 de junio de 2018

This is the end, my only friend, the end (or maybe not)


Durante los últimos años os he ido hablando de la situación de mi empresa en cada ocasión que se celebraba una reunión anual de directivos. Últimamente utilizaba para ello metáforas marineras, con historias de barcos, capitanes, armadores, pasajeros y marinos de la sala de máquinas. Pues bien, ha llegado ese momento en el que el fin del periplo está cerca. El barco está a punto de encallar y la marinería rezamos por que no se hunda. Los armadores han puesto sus condiciones sobre la mesa. Es el momento de que el capitán y su equipo las acepten y los pasajeros den su visto bueno. Lo cierto es que no son nada atractivas, pero al menos mantendrían a flote el viejo navío, y con él nuestra supervivencia (ni que fuese temporalmente). Si por contra los pasajeros se niegan a aceptar la nueva hoja de ruta y desembarcan para coger el crucero de otra naviera, el capitán y los oficiales se irán a casa y todos nosotros –los currantes– nos hundiremos con el viejo paquebote. Mañana es el día, amigos. Y la verdad es que tengo ganas de que todo acabe ya, de la manera que sea. Si tengo que hundirme, me hundiré –o echaré a nadar, a ver si llego a una isla–, pero ya no aguanto más esta angustia, este estrés generado por la incertidumbre. En cinco años la plantilla ha pasado de diez a cinco personas y en el camino hemos perdido a nuestro jefe de máquinas. Mientras tanto, pasajeros y oficiales pretenden que el barco funcione a pleno rendimiento, como si nada hubiese pasado. Y ya no podemos más. Así que mañana por la tarde espero conocer mi futuro inmediato (porque hoy en día no hay manera de saber lo que ocurrirá a medio o largo plazo), que será un billete hacia un proyecto incierto y poco ilusionante, o la absoluta debacle. Evidentemente, ninguna de las dos opciones es satisfactoria, pero una lo es menos que la otra, que al menos me permitirá cobrar mi nómina algún tiempo más. Quién me lo iba a decir a mi hace veintisiete años.

Actualización 09.06: Los oficiales y el pasaje han aceptado –aunque no por unanimidad, sí por una gran diferencia– las condiciones de los armadores. Aún no tenemos muy claro hacia donde vamos, pero por lo menos seguimos bogando en aguas profundas y nos alejamos de los arrecifes. 

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