domingo, 5 de marzo de 2017

Logan


Y por último, una recomendación de actualidad. Ya lo sabéis amiguitos –y si no es que no me leéis habitualmente–, hace años que cuando un nuevo estreno de Marvel llega a los cines (últimamente también entran en el saco las producciones del universo DC) toca velada paterno-filial junto a mi hija adolescente, de esas de cine, palomitas y cena fuera de casa. Así que, mientras esperamos la llegada de nuevas aventuras protagonizados por Spider-Man, Justice League, Guardians of the galaxy, Thor y Wonder Woman –este año está a petar de superhéroes–, ayer disfruté Logan, el epitafio cinematográfico de Hugh Jackman como Lobezno. Dirigida y coescrita por James Mangold y ambientada en un futuro no demasiado lejano, en esta entrega encontramos a un Lobezno enfermo, envejecido, alcohólico y cansado que subsiste en un remoto lugar del desierto cuidando con la ayuda de Caliban a un anciano y casi demente Charles Xavier. Mientras, trabaja como chófer de limusina y reniega de su pasado en un mundo en el que los mutantes son historia. Sin embargo, la aparición en su vida de una enfermera mexicana y una pequeña llamada Laura trastornará su existencia de una manera traumática y le llevará a emprender a regañadientes un viaje hacia su propio destino. 


Amiguitos, si en algo se caracteriza la saga cinematográfica de X-Men es en tener una cronología enrevesada y en ocasiones poco fiel a la historia original. Así, esta Logan no es una excepción. Basada en Old man Logan, una historia post-apocalíptica a lo Mad Max escrita por Mark Millar y el personaje de X-23 que Craig Kyle creó para la serie de animación X-Men: Evolution, en realidad Mangold coge sendas ideas y construye a partir de estas un western moderno y violento, a la par que emotivo. En ese sentido no es casual el paralelismo que el director realiza a modo de homenaje con Shane, de George Stevens. En fin piltrafillas, Logan es una película muy recomendable que cuenta con mucha acción, buenas interpretaciones de Patrick Stewart, Hugh Jackman y la española Dafne Keen –ese trío de fugitivos altamente peligrosos formado por una niña, un parapléjico nonagenario y un tipo cojo y con presbicia, con más cicatrices en el alma que en su maltrecho cuerpo, es de lo más extraño que he visto en años–, los habituales toques de humor y una carga oscura y emotiva –sobre todo en el tramo final de la cinta– que me hizo salir del cine con un nudo en la garganta. No sé si –como he oído en algunos foros– nos encontraremos a Logan en la próxima edición de los Oscar, algo que veo complicado, pero lo cierto es que se trata de una producción de lo más recomendable.

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