viernes, 24 de febrero de 2012

Cabezas de Hidra – Capítulo duodécimo (II)



3

El hotel en el que se alojaban no estaba en el centro del pueblo, sino más bien en un extremo, por lo que las calles que lo rodeaban eran bastante tranquilas y poco transitadas. Al principio, los pasos de la pareja discurrieron en silencio, junto a los escaparates de una panadería, diversas tiendas de souvenirs, un colmado y una librería. Tampoco se les escapó que, sobre la colina que se elevaba tras la línea de edificaciones paralela a la calle, se dibujaba el perfil de una ermita de pescadores recortándose contra un cielo color violeta, por lo que se desviaron y ascendieron por una empinada calleja, sin prisa alguna, para admirar aquella sencilla construcción religiosa.

Más tarde, retomado el camino inicial y conforme se acercaban al centro de la población, atravesaron la zona de bares y restaurantes que salpicaban de luz la porción de acera situada ante sus puertas, bañaban el aire con multitud de aromas, y vomitaban al exterior una mezcla heterogénea de música y voces. En ese punto del paseo Philippe y Gemma ya habían intercambiado algunas palabras, pero ninguno de los dos había decidido iniciar una conversación de cierta profundidad. Poco a poco, sin embargo, la situación fue cambiando. En un primer momento cruzaron opiniones sobre el socorrido tema del clima. Luego, la conversación derivó hacia el tema de las vacaciones y demás nimiedades por el estilo hasta que llegaron a la playa después de dejar atrás el ayuntamiento y la estación del ferrocarril. Allí, Gemma se descalzó y se adentró en la arena caminando hasta que sus pies casi tocaron el agua. Philippe la siguió y se sentó junto a ella.
Durante largo rato observaron en silencio las parpadeantes luces de las barquitas de pesca que faenaban no muy lejos de la costa. Parecían estrellas que hubiesen caído del firmamento y ahora estuviesen flotando a la deriva en un mar increíblemente calmado. El hipnotizante y suave rumor de las pequeñas olas rompiendo a sus pies y los reflejos azulados que bajo la luz de la luna se desprendían de la plateada espuma, hicieron mella en los atormentados corazones de ambos. Sin ellos saberlo, el destino acababa de reunir a dos seres heridos que estaban luchando contra sus miedos e inseguridades, dispuestos a comenzar una nueva y renovada existencia.

- ¿ Sabes ? -comenzó Philippe-, por primera vez en mucho tiempo, tengo la sensación de que soy libre, de que, finalmente, soy el dueño de mis actos.
Y continuó explicándole a Gemma cómo había dejado atrás a su familia, determinado a encontrar una libertad que creía perdida y de la que incluso dudaba de haber disfrutado alguna vez. Gemma, sorprendida por aquella repentina y espontánea confesión, decidió hacerle partícipe de sus propios anhelos.
- Se como te sientes -dijo, convenciéndose de pronto de que el azar los había juntado-. Yo también he dejado atrás muchas cosas. Sobre todo un pasado del que no me siento especialmente orgullosa y del que, de momento, me resulta difícil hablar.

Philippe la había estado observando mientras escuchaba sus palabras. Gemma le parecía extraordinariamente hermosa. Continuó contemplándola embelesado por unos segundos y luego volvió a posar su mirada en las lucecitas del horizonte. Ambos se sintieron extrañados por la relativa facilidad con la que habían abierto su alma a la primera de cambio. Pasaron un buen rato disfrutando de la brisa y del olor a salitre y, cuando notaron que la temperatura comenzaba a disminuir, se levantaron para regresar al hotel. Gemma no había sido tan previsora como Philippe, por lo que éste tuvo que cederle su pullover.
Solo en el último tramo de la calle, a pocos metros del inicio de la escalinata de entrada, sus manos se entrelazaron. Ya en el ascensor, Philippe la invitó a pasar la noche con él. Gemma aceptó.



4

Al amanecer, la luz del sol se filtraba a través de la fina tela estampada de las cortinas. Philippe, sentado en una sencilla banqueta de mimbre junto a la cama, observaba el rostro de Gemma, enmarcado por unos sedosos y enmarañados cabellos rubios a los que la claridad arrancaba destellos áureos. Cuando Gemma despertó, vio que Philippe lloraba. Se incorporó y se acercó a él. Arrodillada al borde de la cama, besó su frente con ternura y le hizo apoyar la cabeza contra su pecho para acariciarle los cabellos.

- ¿ Que te ocurre ? -le preguntó dulcemente.
Philippe, algo avergonzado y desconcertado por su propio llanto, se secó las lágrimas y le devolvió el beso.
- Nada, no te preocupes. Debe ser la tensión acumulada. En cuanto me haya duchado estaré como nuevo.

Philippe se levantó, forzó una sonrisa y entró en el cuarto de baño. Gemma, pensativa, se estiró de nuevo. La noche anterior habían hecho el amor y, por primera vez en muchos años, había sentido aquella relación como algo mucho más puro que una mera unión carnal. Ilusionada, se preguntó si no era aquella, al fin, la señal de que aun podía recuperar la posibilidad de ser feliz. En cuanto a Philippe, quizás era cierto que aquel llanto era producto de los nervios. Decidió hacerle caso y no preocuparse.

Una vez se hubieron duchado los dos, se vistieron y bajaron a desayunar. Philippe tomó un café con leche acompañado por una ensaimada, y Gemma un tazón de copos de avena con leche desnatada, dos biscotes con mermelada de ciruelas y un zumo de moras. Después abandonaron el hotel. Aprovecharon para pasearse por el mercado, en donde adquirieron fruta fresca. A media mañana alquilaron un vetusto Renault 5 de color naranja en un taller de reparación de automóviles, dado que en el pueblo no existía ninguna delegación de compañías de alquiler de vehículos.
La pareja había pensado en dirigirse hacia uno de los bosques que teñían de verde oscuro los montes que rodeaban el término municipal de Sant Blai. El pueblo, desde el aire, parecía situado en el centro de una herradura dibujada por montañas, cuya abertura era el mar. La altitud de los picos circundantes no era remarcable, pero la frondosidad de los pinares y grupos de eucaliptos que albergaban los dotaban de una aparente majestuosidad.

7 comentarios:

Lai dijo...

34. [P] Nunca me he resistido al poder que sobre mi causa cualquier hermita. Siempre traspaso el umbral si la puerta se halla abierta.
[C] “…Durante largo rato observaron en silencio las parpadeantes luces de las barquitas de pesca que faenaban no muy lejos de la costa. Parecían estrellas que hubiesen caído del firmamento y ahora estuviesen flotando a la deriva en un mar increíblemente calmado. El hipnotizante y suave rumor de las pequeñas olas rompiendo a sus pies y los reflejos azulados que bajo la luz de la luna se desprendían de la plateada espuma, hicieron mella en los atormentados corazones de ambos. Sin ellos saberlo, el destino acababa de reunir a dos seres heridos que estaban luchando contra sus miedos e inseguridades, dispuestos a comenzar una nueva y renovada existencia…”
Bello y romántico pasaje. Quedo la mar de impresionado.
[P] “…por primera vez en mucho tiempo, tengo la sensación de que soy libre, de que, finalmente, soy el dueño de mis actos…”
¿Nunca ha dicho algo así? Se lo recomiendo, ahora bien, todo vuelve a ser fatalmente igual.
[C] “…Ya en el ascensor, Philippe la invitó a pasar la noche con él. Gemma aceptó…”
¡Joer que fácil lo tienen algunos! Bueno, que esto es ficción ¿o tal vez retazos autobiográficos de autor novel?
[C] “…Al amanecer, la luz del sol se filtraba a través de la fina tela estampada de las cortinas. Philippe, sentado en una sencilla banqueta de mimbre junto a la cama, observaba el rostro de Gemma, enmarcado por unos sedosos y enmarañados cabellos rubios a los que la claridad arrancaba destellos áureos. Cuando Gemma despertó, vio que Philippe lloraba. Se incorporó y se acercó a él. Arrodillada al borde de la cama, besó su frente con ternura y le hizo apoyar la cabeza contra su pecho para acariciarle los cabellos“…
Me parece de una ternura total. ¿También vivida? Da igual, esta pregunta carece de sentido si no es por tocarle los cigotos.
[P] “…Philippe tomó un café con leche acompañado por una ensaimada“…
Si por algo deseo ir a Palma después de muchos otros asuntos que principian mi avidez son sus ensaimadas. Posiblemente lo haga estos 17,18 y 19 de marzo.
Hoy, la lectura por fascículos ha sido más de lo que esperaba o será por mi estado, no sé, en fin, sea.
Buena tarde de domingo tenga Vd.

King Piltrafilla dijo...

Feliz tarde tenga usted también, oh único lector/comentador -o casi- que critica constructivamente mi obra.

Me pregunto dónde estaba usted cuando publiqué mi segunda novela y no la leyó nadie.

Lai dijo...

¿Richardus?

King Piltrafilla dijo...

Richardus.

Lai dijo...

Pues me la papeé y además le envié un comentario...
...
¡Ya no se acuerda!
snif!
sniff!
sooooob!
...

Joer!
Si me tenia que mandar un carnet y too de piltrafilla militante.
Joer!
Que se me van a aguar las sinapsis neuronales de tanto leer...

King Piltrafilla dijo...

Ja ja ja, será la edad, que no perdona y quema neuronas.

Hala, me voy a preparar la comida.

Por la tarde, tras la película, más.

King

Lai dijo...

Pues a eso me voy a dedicar yo ahita mismo.
Hoy me toca, más que por vicio por que tengo a Yuki "escachigorciada" y voy a "tope".