domingo, 31 de enero de 2010

Finders keepers, lovers weepers






Para este domingo húmedo y gris en el que la llovizna casi da al traste con mi paseo matutino a la caza de imágenes por la ciudad he escogido una cinta de Russ Meyer –realizador habitual de este blog, aunque ya hacía meses que no aparecía por aquí- titulada Finders keepers, lovers weepers. La película se inicia con un plano del desierto, unos coches a toda velocidad y una mujer bailando con los pechos al aire, todo ello marca de la casa pero con nula relación con el argumento de la cinta que está a punto de comenzar. Es igual amiguitos, así era el tío Russ. Sin darnos cuenta nos encontraremos de pronto en un club de strip-tease en el que una buena cantidad de parroquianos embobados apuran sus copas –atención a la breve aparición hitchcockiana del mismísimo Meyer- mientras acarician con sus ojos las tetas de una bailarina que se contonea al ritmo de la música. Entonces dos hombres llegan al local –la Alfombra roja se llama- y da comienzo la película con unos títulos de crédito muy originales.




Finders keepers, lovers weepers –algo así como “el que lo encuentre que se lo quede y el que lo pierda que lo lamente”- cuenta de una forma amena y muy simple como la amante de Paul, el amo del club antes mencionado, contrata a dos hombres para que roben la caja fuerte del local. Para ello hace que le golpeen cuando la visita en su apartamento con la intención de que se vaya a casa a pasar la noche. Allí tendrá que darle explicaciones a Kelly, su mujer, quien engañada e insatisfecha le dejará dormido y se irá al club para que la consuele el barman. Este acabará seduciéndola e invitándola a su casa propiciando una escena en la piscina que sirvió de reclamo cuando se estrenó la película en 1968. Mientras, los ladrones están en el club intentando abrir la caja fuerte. Pero cuando Paul se despierta, al no encontrar a su esposa, decide ir hacia su local. Las cosas se complicarán cuando Kelly, arrepentida, le pide a su amante que le lleve de vuelta al club. Debo deciros que en esta cinta no encontramos el típico desmadre de humor y sexo al que Meyer nos acostumbró a partir de su siguiente obra –la mítica Vixens- y asistimos a una pequeña película de poco más de una hora que bien podía haber sido un episodio de cualquier serie de televisión estrenada en los 70 en los Estados Unidos como Las calles de San Francisco o Starsky y Hutch, es decir, una historia amena de traición, crimen con un poco de acción y algo de erotismo. En resumen piltrafillas, una recomedable obra –yo diría que menor- del interesante maestro norteamericano de la comedia softporn.

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