Pues nada, otra película del universo Marvel que por culpa de la pandemia global que estamos sufriendo –y espera lo que viene– ha visto retrasado su estreno hasta este 2021, lo que para mi, ha supuesto una nueva y tradicional sesión cinematográfica marveliana junto a mi hija, palomitas incluidas. Y como en todas mis reseñas correspondientes a estrenos –con las películas clásicas no tengo tanto cuidado e incluso en ocasiones he explicado casi todo el argumento– con esta Spider-man: No way home intentaré no hacer ningún spoiler, aunque haya ya demasiadas sorpresas que se han filtrado a la prensa y a las redes sociales, quien sabe si por error o con toda la intención con la finalidad –no olvidemos que esto es un negocio, amiguitos– de atraer a los espectadores en masa creando expectación sobre la retahíla de personajes que aparecen a lo largo de todo el metraje. Dirigida por Jon Watts –el mismo realizador de las anteriores entregas de esta trilogía–, cuenta con las actuaciones de Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Jon Favreau, Marisa Tomei, Alfred Molina, Willem Dafoe y dos actores más de los que me callaré los nombres por si sois de esos seres extraños que no han leído ninguno de los rumores que llevan tiempo circulando por las redes y que son precisamente los culpables de buena parte de la carga emocional de la película. El argumento se inicia justo donde finalizó la anterior entrega, con J. Jonah Jameson difundiendo una grabación en la que Mysterio echa a Spider-man la culpa de su muerte y del ataque con drones en Londres y comunica al mundo su verdadera identidad.
A partir de entonces, el día a día se convertirá en una pesadilla para Peter, MJ, Ned y la tía May. La presión mediática es tan alta que la publicidad negativa a la que se han visto expuestos Parker y sus amigos provocará que les sea denegado su ingreso en el MIT de Boston. Apesadumbrado por ello, Peter pedirá ayuda al Doctor Strange para que lance un hechizo con el objetivo de que todo el mundo olvide que él y Spider-man son la misma persona. Sin embargo, las cosas se tuercen y por error aparecen en nuestro mundo personajes de otros universos como el Dr. Octopus, el Duende Verde, Electro, el Hombre de Arena o el Lagarto. Y hasta aquí os puedo contar. Lo cierto es que Spider-man: No way home me ha parecido la mejor de las tres entregas de esta trilogía con Holland. Hay humor, acción y emoción a raudales –sí amiguitos, tengo 54 años y como persona que creció leyendo cómics de Marvel y DC gracias a editoriales como Vértice y Novaro, no me da vergüenza confesar que estas películas de superhéroes son capaces de humedecer mis ojos y provocarme un nudo en la garganta en muchas de sus escenas– gracias a la intensa interpretación de Tom Holland, la música de Michael Giacchino y los numerosos guiños a los fans de Spider-man y sus numerosas adaptaciones cinematográficas. Espero que Holland –junto a Zendaya, una belleza con personalidad arrolladora– esté dispuesto a vestir de nuevo el pijama arácnido y se apunte a una nueva película. Corred a verla.
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