Alguna vez ya os lo he contado. Mi mujer es una enamorada de la Navidad. De la misma forma que mucha gente se trae de regreso a casa imanes para la nevera, vinilos –como este que escribe– o pequeños objetos de cerámica como recuerdo de sus viajes, mi esposa atesora figuritas navideñas para colgar del abeto sintético que decoramos cada año –bueno, lo decoran ella y mi hija– por estas fechas. Así pues, hacía tiempo que quería visitar un típico mercadillo navideño centroeuropeo y este año se han dado las condiciones para llevarlo a cabo. Y de entre toda la oferta en ese sentido, dejando de lado ciudades que ya conocemos y priorizando las opciones con vuelos directos desde Barcelona, al final, por eliminacion nos quedó Basilea o Basel, que es como en realidad se llama. El resultado, un fin de semana romántico en el que ella ha podido conseguir su objetivo –ya tenemos dos figuritas más en casa– y a mi me ha hecho feliz que así fuera. Y como siempre, aquí os vengo a dar la tabarra con el habitual reportaje fotográfico del viaje.
Así, las primeras imágenes de mi paso por Basel corresponden a la fachada principal de la SBB Banhof, el monumento Strassburger Denkmal y una mañana que comenzó bajo la nieve y finalizó bajo la lluvia desde la St. Alban Tor en el barrio de St. Alban Berg –apenas se distinguen las torres de la sede de la farmacéutica Roche al otro lado del Rin– antes de cruzar por el Wettsteinbrücke. Tras un paseo a lo largo del Oberer Rheinweg, regresamos a la parte vieja de la ciudad por el emblemático Mittlere Brücke o Puente Medio, inaugurado en 1226 y uno de los pasos del Rin más antiguos que existen entre el lago de Constanza y el mar del Norte. Finaliza esta primera selección con la imagen de una de las estatuas que coronan las fuentes de la ciudad, esta en el exterior del archivo estatal de la ciudad.
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