Antes de comenzar os diré que no sé ya si escribo para mi o para los dos o tres gatos que caemos habitualmente en esta cubeta de vinilos. Y es que de un tiempo a esta parte estoy viendo que el compromiso por este blog está decayendo. A ver, que a uno también le cuesta escribir sobre sus discos y tal. Por eso convertí mi colaboración semanal en una quincenal. No me daba la vida para escuchar, analizar y escribir cada viernes sobre uno de mis vinilos. Sin embargo –tampoco cuesta tanto hacerlo– tengo por costumbre escuchar los discos sobre los que escribís los demás, todos –incluso el de C Tangana me lo tragué enterito– y comentar vuestras entradas. Por respeto. Porque sé que no resulta fácil hacer una reseña con algo más que un copia y pega líneas de la Wikipedia. Por eso, cuando veo que hay quien ya no entra nunca en el blog o no comenta nunca... incluso hay quien ni responde a los comentarios a sus propias entradas, que en algunos casos son copia y pega de entradas escritas años ha en otros blogs, bueno, se me quitan un poco las ganitas. Llamadme... no sé, llamadme como queráis. Así que, como llevo ya muchos años colaborando con este blog y su idea y razón de ser me parecen muy interesantes, no me da la gana de que desaparezca por lo que en la medida de mis posibilidades –llegará un momento en que se me acabarán los vinilos, lo veo venir– intentaré seguir publicando entradas. No obstante, debo ser sincero y la verdad es que visitarlo cada viernes, sea como lector o contribuyente, ya no me produce la misma alegría ni expectación por saber qué grupos podré descubrir o qué nuevas melodías podré escuchar y qué emociones se despiertan en aquellos que nos leen. Es lo que hay. Es lo que siento.
Soltada la perorata, os diré que este es el álbum con el que descubrí a
Scorpions, el imprescindible Blackout con su icónica carátula diseñada por
el fabuloso Gottfried Helnwein. Sólo por esa obra de arte –desde entonces me
convertí en fan del artista austríaco– ya valía la pena la compra. Y si
después contenía temas imprescindibles como el mismo Blackout, Can’t live
without you o Dynamite, miel sobre hojuelas. Diría que este, el siguiente e
inconmensurable Love at first sting y el directo Tokyo tapes son mi terna de
preferidos de la banda, aquellos que salvaría de la quema o me llevaría a
una isla desierta.
Una de las cosas por las que es conocido este álbum es por el mal momento que pasaba la banda por entonces, cuando al comenzar su grabación, el vocalista Klaus Meine se dio cuenta de que su voz desaparecía. De hecho, incluso tuvo que someterse a una importante operación quirúrgica en las cuerdas vocales que le apartó del estudio. Por entonces se explicó que, para cumplir con su contrato discográfico y no perder el carro tras una gira mundial que les había otorgado visibilidad, se había contratado a Don Dokken para grabar el disco. En la actualidad, la versión cambia y se dice que en realidad Don hizo algo así como servir de sparring al resto de la banda, que pudo grabar sus partes y pulir el disco para que Klaus grabase la voz una vez restablecido. Sea como sea, las pistas de Dokken nunca han salido a la luz aunque en agradecimiento se le acredita como autor de los coros. Se supone que cobraría también un buen dinerito. Todos contentos.
Así pues, producido por Dieter Dierks entre los Dierks studios y una villa
en la campiña provenzal francesa con el Dierks recording mobile studio, la
formación que grabó este álbum fue Klaus Meine a las voces, Rudolf Schenker
a las guitarras y coros, Matthias Jabs a las guitarras y coros, Francis
Buchholz al bajo y coros, Herman Rarebell a la batería y coros y Don Dokken
a los estooooo... coros.
El impresionante track list fue:
A
Blackout
Can’t live without you
No one like you
You give me all I need
Now!
B
Dynamite
Arizona
China white
When the smoke is going down
Inaugura el disco el tema título del álbum, un Blackout cañero y con un trabajo de guitarras estupendo –mención aparte merece el bajo de Buchholz, un músico que acabó enemistándose con Schenker & Meine pero que me parece un estupendo instrumentista y parte determinante en el sonido de las mejores grabaciones de la banda– y una ejecución vocal que lleva al extremo a las cuerdas de Meine. Temazo, lo mismo que la siguiente Can’t live without you, otra en la que Meine demuestra que la operación a la que se sometió fue un éxito y con un solo de Jabs –otro de los que con los años ha perdido punch, inspiración y facultades, ¿me oyes Vivian Campbell?– antológico. Otro imprescindible es No one like you, que se editó como single y funcionó estupendamente como power ballad. Del mismo tipo es You give me all I need, que además tiene un solo cargado de emoción. Y para finalizar la cara, una espídica Now! en la que Meine fuerza sus cuerdas vocales como si no hubiese un mañana.
En la cara B encontramos Dynamite –otro tema imprescindible e imperdible de
los de Hannover–, otra de esas canciones que tengo indeleblemente marcada a
fuego en mis neuronas por la cantidad de veces que la he escuchado. Le sigue
Arizona, el tema que me parece con menos carisma de todo el elepé, por
ponerle algún pero al track list de esta joya del hard rock ochentero. China
White es una perita en dulce, un medio tiempo de cadencia arrastrada,
repetitivo pero hipnotizante, un temazo con un trabajo de guitarra
estupendo. El punto final llega con When the smoke is going down, balada de
manual con unas voces delicadas y melodía suave que –en la época en que la
disfrutamos los que vivimos la época– le hacía a uno exhalar un suspiro de
satisfacción antes de disponerse a darle la vuelta al vinilo y depositar la
aguja de nuevo al principio de la cara.
En definitiva, un discazo incontestable que aumentó la fama de una banda imprescindible que es mucho más que los silbiditos de Wind of change y los infumables discos que han grabado en las últimas décadas.
Con el siguiente álbum ya lo petarían, con pelotazos como Rock you like a
hurricane, Big city nights y –sobre todo– el baladón Still loving you, que
convertía a cualquier niña lectora del Super Pop en una entendida en baladas
heavy por arte de magia y que propiciaría la gira mundial a la que tuve la
suerte de asistir en un concierto mítico en el campo de fútbol del Sant
Andreu en Barcelona, tan inolvidable por contar con la banda del hermanísimo
Michael Schenker de telonera como por los controles con dóbermans para
acceder al interior del recinto y los disturbios que tuvieron lugar en el
exterior del campo. Eran los 80, amiguitos. En fin, recuerdos del abuelo
cebolleta.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
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